El martes 8 de octubre de 2024 en Feministas de Catalunya inauguramos el curso 2024-2025 con un webinar que abordó el tema de la explotación sexual de menores tuteladas. El webinar, conducido por Sílvia Carrasco, contó con la participación de Carol L., activista abolicionista de Supervivientes en Acción; Alba Aguilar Otero, profesora de Criminología de la UB, Gabriela Poblet, profesora de Antropología de la UAB.
Carol L. reflexionó a partir de su propia historia como menor tutelada y como superviviente del sistema prostitucional. Explicó que el primer intento de captación lo sufrió a los 15 años, en Argentina, una propuesta engañosa para «ir a fiestas de hombres mayores donde no tendría que hacer nada». El segundo, del que no pudo escapar, en España, después de haber vuelto a pasar por el sistema de protección de menores. Tenía 17 años, hacía autostop sin saber a dónde ir y la recogió alguien que le habló de la prostitución como una manera de orientar su vida. La captación, explicó Carol, es una de las principales herramientas del proceso de ingreso en el sistema de prostitución y puede estar ligada al tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual o no. Además a ella, como suele ocurrir con las adolescentes, ya le había llegado la idea del capital erótico: vales lo que un hombre está dispuesto a pagar por ti, tu cuerpo tiene un precio y puedes sacar rédito de él. Una idea que se encargan de promover los proxenetas y los entornos proregulación, incluso pudimos ver en el Congreso de los Diputados como los partidos regulacionistas de la prostitución afirmaron abiertamente que el proxeneta es «una figura indispensable para mantener protegidas a las mujeres». Con el bombardeo de estas ideas, las adolescentes en situaciones de vulnerabilidad y desprotección pueden contemplar la prostitución como una salida viable que no sólo tiene demanda y se presenta como una actividad rentable, sino que también es empoderante, y pueden llegar a creer que la decisión de entrar en el sistema prostitucional es suya. Por eso Carol, como todas, se sintió culpable y responsable de todo lo que le ocurrió después y del mismo hecho de haber sido captada.
El relato que cuentan en la captación es la mitología de la prostitución, en coherencia con la imagen de que los sectores reglamentaristas quieren vender a la sociedad hablando de “trabajo sexual”. A la chica le dicen: “nunca harás nada que no te guste” o «los puteros son unos pobres hombres necesitados”.
La realidad es que las prácticas que se ven obligadas a realizar dentro del sistema prostitucional dependen de la necesidad en que se encuentren. Carol L. explica que ella sólo descansaba cuando la casa ya había recaudado lo suficiente y no querían quemar a la gallina de los huevos de oro. Además, los puteros son clientes y los clientes siempre tienen la razón y, por tanto, el poder de decisión. Carol L. explica que la peor tortura, más que la violencia física directa que tenía que aguantar cada día, era no poder decir que no a prácticas desagradables y repugnantes.
El putero no pregunta si la chica es mayor de edad, sólo lo hace si le excita o si no quiere que le pillen con una menor. No les interesa en absoluto el bienestar de las chicas: para ellos son cuerpos para consumir.
La vulnerabilidad de las chicas es la materia prima del gran negocio del sistema prostitucional y el sistema de protección de menores no se ocupa de eso. Es necesario trabajar sobre todo en el sistema de captación: cómo funciona y por qué tiene éxito en el contexto de la situación de las chicas y de los mensajes sociales que reciben.
La segunda ponente, Alba Águila Otero, investiga sobre victimización y explotación sexual de menores en acogida residencial. Cuando en 2020 el Consell de Mallorca admitió 16 casos de explotación sexual de chicas menores tuteladas que habían salido en la prensa, encargó un informe, pero este fenómeno no es nuevo. Desde 2016 han ido apareciendo casos en la prensa relacionados con todos los sistemas de protección infantil de las comunidades autónomas.
La explotación sexual de niños y adolescentes (ESIA) en acogimiento residencial es una forma de violencia contra la infancia y la adolescencia que incluye varios tipos de victimización sexual con características particulares. La víctima es empleada no sólo como objeto sexual sino también como objeto comercial (Interagency Working Group, 2016). Se trata de actividades sexuales con menores de edad en las que hay un intercambio (no necesariamente material) y un abuso. Este intercambio tiene un papel crucial porque impide que la víctima se vea como tal y, además, hace que crea que tiene una responsabilidad en lo que le pasa.
Se calcula que entre un 1 y un 2.5% de la población general de menores de edad escolarizados padecen ESIA. Uno de los estudios recientes del grupo de investigación, con una muestra representativa aleatorizada de 4.024 adolescentes, constata que España se encuentra en el rango superior de la Unión Europea de incidencia de ESIA (2,6%) Las chicas son las víctimas más frecuentes, pero la investigación constata que los chicos son objeto de prácticas más violentas. Por ejemplo, en un estudio hecho a petición del gobierno de Cantàbria para prevenir el riesgo de ESIA (121 adolescentes, 82% de entre 14 y 18 años en acogimiento residencial, de 26 centros y hogares de acogida) las y los adolescentes respondieron lo siguiente:
- El 43% indicaron conocer algún caso de ESIA.
- El 17.4% de los menores había estado implicado en una situación de ESIA en el último año.
- El 13.2% respondió que se había desnudado frente a la cámara o había sido fotografiado/grabado en vídeo; de éstos, un 9.1% a cambio de dinero y un 4.1% bajo amenazas o a la fuerza (7.9% de niños y 19% de niñas).
- El 8,3% afirmó haber sido tocado en sus partes íntimas o haber tocado a otra persona.
- El 10,7% señalaba haber mantenido relaciones sexuales (sexo oral o penetración).
En cuanto a los factores de riesgo, el más importante es que la persona de quien están enamoradas las involucre en estas prácticas, seguido de la búsqueda de aceptación y validación social y de la obtención de drogas y alcohol. Estos factores de riesgo se multiplican cuando existen conductas de riesgo, entre las que destacan mantener relaciones con desconocidos, sin protección e intercambiar fotografías íntimas. Los episodios de fugas de los centros son los de mayor vulnerabilidad frente al riesgo de ser abusadas sexualmente. La captación en estos casos no sólo viene directamente de adultos sino también a través de otras compañeras.
Para hacer frente a la explotación sexual infantil y adolescente en menores tutelados por el Estado se han elaborado protocolos de actuación y formación del personal que debe cuidar de ellos en los centros (por ejemplo, la herramienta del gobierno balear Guía para la actuación frente a casos de ESIA). En 2022 el Ministerio de Igualdad aprobó un plan de acción contra la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes del sistema de protección de menores pero los recursos para formar personal, detectar situaciones y actuar adecuadamente no se han generalizado en los centros. Los centros de protección no pueden afrontar solos esta problemática, necesitan trabajar en red con otros ámbitos (sanitario, judicial, cuerpos de seguridad, etc.) y crear entornos basados en vínculos seguros y estables.
La información y las orientaciones para que sepan detectar situaciones de riesgo tampoco llegan a las chicas y chicos adolescentes, y todavía no existen recursos especializados para las víctimas. Cabe recordar que se trata de chicas y chicos que establecen vínculos disfuncionales o traumáticos y que esto dificulta que las víctimas identifiquen la situación y puedan pedir ayuda y que se abran procesos judiciales. Por eso resulta fundamental poder disponer de un sistema adecuado de identificación y notificación de los casos.
La tercera participant, Gabriela Poblet, antropóloga especializada en migraciones y género y profesora de la UAB, presentó el caso específico de las niñas y adolescentes de la frontera, haciendo énfasis en la invisibilidad de su situación, que contribuye al riesgo de explotación sexual y también a la impunidad de los explotadores. Este estudio de caso surge de un proyecto realizado en la ciudad de Melilla (llevado a cabo por Gabriela Poblet y Silvia Carrasco) y es un ejemplo que vincula la historia y reflexión de Carol L. con la exposición de Alba Águila sobre las adolescentes y el sistema de protección.
El encargo del estudio de entrada daba por hecho que la problemática de los menores no acompañados y las percepciones y discursos de la población local sobre su presencia en la ciudad ignoraba a las niñas. Las niñas no acompañadas, mayoritariamente de origen marroquí, son invisibles, nadie habla de ellas, aunque indirectamente todo el mundo sabe que hay un problema. Melilla es un espacio de frontera contradictorio, con una permeabilidad permanente y una circulación condicionada y desigual en ambas direcciones entre Melilla y Nador. Esto es importante, ya que hay muchas mujeres en situación de explotación sexual en el contexto específico de frontera en condiciones especialmente vulnerables.
La investigación que recogió exhaustivamente los discursos presentes en la ciudad y las percepciones y posiciones de la ciudadanía daba a entender que no existen niñas no acompañadas en riesgo, bien porque a las niñas no se las ve ocupando el espacio público, como hacen los chicos adolescentes, o bien porque están resguardadas con las monjas, en los centros de menores de Melilla (en el momento del trabajo de campo había un centro mixto de niños pequeños y de chicas hasta los 18 años, uno exclusivamente de chicos de más de siete años y uno sólo de chicas).
Las posiciones discursivas —que revelaban actitudes que oscilaban de la empatía, la solidaridad inespecífica o el compromiso más consciente hasta el otro extremo, el del discurso de odio y el rechazo— se aplicaban a los chicos. La experiencia de contacto diversa también se referia a ellos. No había posiciones sobre las chicas mena (ni siquiera desde el propio gobierno de Melilla), ni experiencias de contacto, y eso no variaba cualesquiera que fuera la actitud y el discurso hacia los chicos.
Pero la investigación (en proceso de publicación) identificó claramente la situación de las chicas y destapó un sistema de captación y explotación sexual perfectamente organizado entre Melilla y la Península que actúa cuando las chicas cumplen 18 años y se encuentran en una desprotección absoluta, a la que se añaden a menudo situaciones legales complicadas.
Los contactos establecidos con jóvenes que habían estado en centros y acababan de salir, muchas de ellas del centro de monjas (también algunas chicas llegadas al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla con edades difíciles de determinar y documentación sospechosa) permitieron corroborar algunos de los rumores sobre la captación que circulaban entre las trabajadoras de los centros (por ejemplo, una mujer que vende lotería cerca del centro de menores y podría actuar como posible captadora, algún chico que “ayudaba” y no se sabía de dónde salían los recursos).
Estas niñas, supuestamente resguardadas, al cumplir 18 años se encontraban con las maletas en la puerta: “un dia me hicieron el pastel y al día siguiente tenía las maletas en la puerta”. En la puerta también había gente esperandolas.
Las trabajadoras más comprometidas carecen de herramientas para evitar el limbo de vulnerabilidad al servicio de captadores y captadoras. Muchas, además, no tenían ni las herramientas del idioma y la educación que los centros teóricamente deberían haber proporcionado. Se encuentran impotentes no sólo ante la situación de desprotección de las chicas sino también frente a la total impunidad de las redes de captación.
El caso de Melilla es emblemático, pero no es un caso aislado. Cuando se ha investigado la situación de las niñas y chicas menores no acompañadas en otros territorios, el panorama es similar y las trabajadoras y responsables de los centros siempre mencionan casos de trata: por ejemplo, entran a los 15 años en los centros, las cuidan mientras son menores y cuando cumplen los 18 aparece el tio, que en realidad es un tratante, y se las llevan las mafias.
Hacerse cargo verdaderamente de las menores no acompañadas tuteladas también significa convertir el discurso solidario en discurso emancipatorio y feminista, y esto es indisociable de la lucha por una verdadera abolición de la explotación sexual.
Podéis ver el webinar a continuación: