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La pornificación de la sociedad. Desde la revista Interviú hasta Instagram

La pornografía impregna la sociedad. Desde las últimas décadas del siglo pasado hasta la actualidad, las imágenes de mujeres hipersexualizadas han pasado de la industria pornográfica a dominar todo el ámbito mediático: revistas, videoclips, publicidad, programas de televisión, películas, series, videojuegos y también las redes sociales con contenidos generados por los propios usuarios. Con una presencia constante en nuestras vidas, estas imágenes envían continuamente un mensaje a las niñas y chicas: que deben aspirar a convertirse en objetos de deseo sexual de los hombres. Y los niños y los chicos reciben el mensaje de que las mujeres son meros objetos de consumo sexual. En este artículo repasamos con imágenes este proceso de pornificación de la sociedad y explicamos sus consecuencias.

¿Qué es la pornificación de la sociedad?

La pornificación es la sexualización del cuerpo de las mujeres para hacerlo excitante ante la mirada masculina en cualquier circunstancia, haciendo que las imágenes de contextos comunicativos que a priori no están relacionados con el sexo nos trasladen directamente a un «escenario pornográfico». Esta representación pornográfica arroja un mensaje muy concreto sobre el valor de las mujeres, simbolizado en para qué y para quién estamos en la imagen, con qué finalidad: no como sujetos, sino como objetos de reclamo para el público masculino. La pornificación, que se concreta en cierta apariencia estética, de vestimenta, posiciones y movimientos del cuerpo, etc., condiciona tanto de forma sutil como explícita el imaginario social sobre la sexualidad y se ha integrado en la vida cotidiana hasta estar completamente normalizada.

A diario consumimos alguna red social como Instagram, algún programa, serie de televisión o plataforma de contenidos audiovisuales como Netflix, y también publicidad, sea en formato digital o físico. Todas estas situaciones nos exponen a contenido pornificado. Si no somos conscientes es porque lo hemos normalizado y porque no ha pasado de repente. La pornificación paulatina y casi total de la sociedad de consumo y el espectáculo se ha ido produciendo desde la “revolución sexual” de los años 60, que en España llegó con el “destape” después del franquismo. Con la digitalización y las redes sociales, la pornificación se ha acelerado considerablemente y actualmente las imágenes que conforman un imaginario colectivo pornográfico están presentes en todo tipo de contenido audiovisual.

Revistas

En los años 60 aparecieron las primeras revistas pornográficas, que combinaban contenidos de actualidad y trabajos periodísticos con fotorreportajes de actrices, cantantes o presentadoras. La revista Interviú es el mayor exponente español de este tipo de publicación. La serie de portadas de Interviú que se muestra a continuación ejemplifica a la perfección el proceso de pornificación. En la primera imagen, de los años 80, vemos a una Brigitte Bardot levantándose la falda hasta medio muslo. En la última, de 2012, vemos en portada a una Pilar Rubio completamente desnuda. Sólo la boca y un pecho quedan cubiertos por dos manos ocultas en guantes negros, una representación simbólica de la violencia hacia las mujeres.

En sólo 22 años pasamos de ver a mujeres vestidas a mujeres completamente desnudas y rodeadas de un aura que vincula la atracción sexual con la violencia y la sumisión.

Este contenido audiovisual no sólo tiene el objetivo de atraer al público masculino. Tiene también el objetivo de dejar claro qué rol desempeñan las mujeres en la sexualidad y en la sociedad. Una imagen de la mujer creada por los hombres: cuanto más desnuda mejor, porque, al fin y al cabo, lo que interesa es el cuerpo, un cuerpo dedicado de forma incondicional al placer masculino.

Publicidad

El cuerpo de las mujeres siempre se ha utilizado como reclamo publicitario. Imágenes que muestran partes del cuerpo (y no la persona) o mujeres completamente desnudas se utilizan a menudo y se han normalizado en anuncios de cualquier producto: moda, hamburguesas, gafas o perfumes, como vemos en los siguientes ejemplos. Incluso en anuncios de productos para mujeres, como el perfume femenino Pure XS, se utiliza una mujer desnuda. Que la pornificación se utilice en la publicidad de productos femeninos es una muestra de que no es sólo un reclamo publicitario, va más allá y condiciona nuestra mirada sobre las mujeres y sus deseos y aspiraciones.

La pornificación presente en la publicidad de todo tipo de productos, adaptada en función del público al que se dirige, afecta a toda la sociedad y expone continuamente a niñas, chicas y mujeres a representaciones simbólicas de sí mismas cada vez más sexualizadas. Esto afecta de forma especialmente grave a las más jóvenes, que son socializadas en un contexto mediático, audiovisual y de consumo pornificado que les transmite la idea de que ser deseada por los hombres es el principal valor de una mujer.

Videoclips

Aunque las revistas pornográficas y la prensa escrita tienen un público concreto y una difusión limitada, con el desarrollo digital y la explosión de contenidos audiovisuales de la última década el grado de pornificación de la sociedad ha aumentado enormemente. Encontramos imágenes pornificadas muy similares, casi idénticas, en la gran mayoría de contenidos audiovisuales. Los videoclips, productos que involucran tanto a la industria audiovisual como a la musical y que tienen un gran seguimiento de público juvenil, son un buen ejemplo. Las imágenes de algunos de los videoclips más vistos durante 2022 y 2023 son una buena muestra de este imaginario pornográfico imperante.

KAROL G – Punto G – YouTube https://youtu.be/sgBZVLr91ug 

KAROL G, Shakira – TQG – YouTube https://youtu.be/jZGpkLElSu8

Lola Indigo – La Santa https://youtu.be/Ce3XGIcqN-Q

Películas, series y televisión

La producción de ficción, cuyo consumo ha aumentado enormemente con la digitalización y la aparición de plataformas como Netflix o similares, también participa de esta pornificación de la sociedad iniciada a finales del siglo pasado.

El avance de la pornificación ha llegado incluso a la sexualización de menores. Desde pequeñas, muchos catálogos de ropa infantil sexualizan a las niñas y las muestran con ropa y posiciones sugerentes. Otro ejemplo de sexualización de menores fue el cartel promocional de la película Cuties, que afortunadamente generó una reacción de rechazo que hizo que el cartel se retirara.

En el caso de las series, también encontramos muchos ejemplos en los que las mujeres aparecen habitualmente a disposición sexual de los hombres, como en Juego de Tronos, donde los personajes femeninos son prostituidos y las violaciones o la violencia general hacia las mujeres tienen una presencia constante.

En paralelo a la ficción, la telerrealidad también ha pasado por un proceso de pornificación paulatina. A principios del siglo XXI se acuñaba el término «edredoning» para hacer referencia a las relaciones sexuales bajo las mantas de la cama entre participantes del conocido reality show Gran Hermano. Desde entonces, el sexo frente a las cámaras en los programas televisivos de este tipo se ha convertido en habitual, incluso propiciado y convertido en el principal elemento de interés argumental del formato, y puede encontrarse en concursos y programas de citas y parejas como La Isla de la Tentaciones.

Redes sociales y plataformas

Pero el mayor cambio producido por la pornificación de la sociedad que ha venido con la aparición de diversas redes sociales y plataformas digitales es la posibilidad de convertirse una misma y por iniciativa propia en un personaje pornificado de la red. Las jóvenes reproducen y encarnan el mensaje bombardeado continuamente desde toda la cultura audiovisual: tu principal valor es ser objeto de deseo sexual. El hecho de que las imágenes pornificadas disfruten de mayor audiencia y repercusión en Internet refuerza el mensaje.

Plataformas como Instagram y TikTok ponen a disposición de toda usuaria la posibilidad de vivir de la propia imagen. Otras como OnlyFans están directamente dirigidas a publicar contenido sexual.

¿Cuáles son las consecuencias para las niñas y chicas adolescentes?

El documental Miss Escaparate (Miss Representation) explica cómo se transmite a las chicas jóvenes que su valor se basa en ser deseables para los hombres. El documental analiza cómo los medios de comunicación promocionan una imagen pornificada de mujer, en la que lo que más se valora es su sexualidad, la belleza (con modelos imposibles retocados por el Photoshop) y la exigencia de eterna juventud. Al mismo tiempo se invisibilizan otros modelos de mujeres cuyo valor no tenga como medida la mirada de los hombres. Las mujeres con poder político o éxito profesional están infrarrepresentadas y cuando se habla de ellas es normalmente en sentido peyorativo, criticándolas por no ser suficientemente ‘femeninas’ o juzgando su aspecto.

La consecuencia de estar expuestas de forma constante a la hipersexualización y a estos mensajes cosificadores es un deterioro en la salud mental y la autopercepción de las chicas. La fuerte presión estética que padecen niñas y adolescentes para ser guapas y sexis desemboca en trastornos de ansiedad y problemas generalizados de autoestima y de salud como la anorexia o las autolesiones.

Existen múltiples indicadores que muestran que la salud mental de las chicas está empeorando y que esto está vinculado directamente al aumento de la presión estética pornificada. Según la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), en su Estudio de dimensionamiento e impacto socioeconómico de la Medicina Estética en España durante el año 2021, la edad media de inicio de tratamientos de estética ha bajado de los 35 a los 20 años. Acceden principalmente para inyecciones de ácido hialurónico en los labios y toxina botulínica (botox) en las “arrugas”.

Por otra parte, los diagnósticos relacionados con trastornos de la conducta alimentaria (TCA) han crecido en torno al 40% entre marzo de 2021 y 2022 según la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas (SEUP). Los trastornos más comunes son la anorexia nerviosa, la bulimia y el trastorno por atracón, con una fuerte prevalencia entre las chicas: “Aunque afectan a ambos sexos, estos problemas de salud mental son mucho más habituales en mujeres que en hombres, con una incidencia que va de 4,1% a 6,4% en ellas, frente al 0,3% a 0,7% en ellos”, afirma Sandra Fernández Ramos, directora clínica d’Arbore. «La franja de edad en la que aparecen este tipo de trastornos se sitúa entre los 12 y los 21 años, aunque el pico de mayor incidencia se da entre los 15 y los 18 años».

Estas noticias adquieren una nueva dimensión en el contexto de la pornificación social. Si aplicamos la perspectiva de género veremos que no son tendencias casuales o anecdóticas, sino que vienen condicionadas por un sistema que promociona y alimenta conductas tóxicas y autolesivas en las mujeres, especialmente entre las más jóvenes.

Por tanto, la representación vejatoria y sexualizada de las mujeres, es decir, pornificada, comporta graves riesgos para la salud mental y física de las chicas adolescentes. El mensaje que transmite toda esa cultura audiovisual y publicitaria lleva a la insatisfacción con el propio cuerpo y a una tendencia a la baja autoestima. Esto comporta de rebote una inversión desmedida de tiempo y dinero en moda y belleza, a mayor beneficio de la industria estética. Esta industria utiliza un relato publicitario que toma como excusa el empoderamiento pero impregna sus contenidos de una cultura sexista que equipara el valor de las mujeres con tener atractivo sexual y tener confianza en una misma con presentarse de forma sexualizada.

La pornificación de la sociedad es una reacción patriarcal a los avances en los derechos de las mujeres a partir de los años 60 y 70, y uno de los principales obstáculos para erradicar la violencia sexual que padecemos. Lo que nos venden como empoderamiento a día de hoy (libertad para decidir, mostrar el cuerpo, vestirte como quieras, etc.) no es más que una trampa para someter a las mujeres y que sigamos subordinadas a la voluntad y a los deseos masculinos.