Según las informaciones publicadas el 22 de mayo de 2023, el pasado 10 de marzo nació en el Hospital Clínic de Barcelona el primer bebé gestado en un útero trasplantado en España. La madre, aquejada por el síndrome de Rokitansky, nació con dos úteros no funcionales. Recibió el útero de su hermana en octubre de 2020, en el marco del proyecto de investigación Estudio de factibilidad de procedimiento de trasplante uterino de donante viva con obtención de injerto para cirugía robótica. No fue hasta el pasado septiembre que se consiguió transferirle el embrión que ha podido gestar con éxito.
Ante este tipo de intervenciones que afectan a la salud reproductiva de las mujeres, desde Feministes de Catalunya declaramos que:
Denunciamos que los deseos de ser madre de una mujer se utilicen para justificar experimentos médicos que ponen en riesgo la salud y el cuerpo de otra mujer. En este caso, la donante, hermana de la receptora, se sometió a la extirpación de su útero en una operación de 11 horas que, como ella misma explica, podía dejarla “inválida, porque entre la vagina y el útero hay varios nervios que pasan por las manos y las piernas”.
La histerectomía o extirpación del útero no sólo tiene implicaciones a nivel reproductivo, sino que además, dependiendo de si se trata de una histerectomía parcial, total, radical, abdominal, laparoscópica o vaginal, puede acarrear menopausia precoz con todo lo que ello supone, prolapso de la cúpula vaginal, incontinencia urinaria y/o fecal, deficiencia de los niveles de hierro en sangre causando fatiga y pérdida de fuerza, dolor de espalda, incremento del riesgo de trombosis venosa debido al empeoramiento de la circulación, dificultad respiratoria, mal funcionamiento del tránsito intestinal o deficiencias hormonales que impactan en la salud sexual de la paciente.
El hecho de que la donante y hermana de la receptora decidiese, de motu propio, arriesgarse a sufrir esas consecuencias no legitima al personal médico para llevar a cabo tal intervención, la cual no era necesaria, ya que la vida de la receptora no corría peligro y se trataba únicamente de satisfacer su deseo de gestar. Consideramos que los y las profesionales médicos del Hospital Clínic de Barcelona han puesto sus carreras científico-profesionales y sus ganas de pasar a la historia de la medicina por encima de la salud de una mujer, lo que supone una violación de la ética en la práctica médica.
La receptora del útero, por su parte, tuvo que tomar fármacos inmunosupresores para evitar el rechazo del útero trasplantado, además de sufrir preeclampsia y la extirpación del útero recibido después de dar a luz. El bebé tuvo que nacer mediante cesárea a los siete meses de gestación, pesó 1,1 kilos y necesitó ayuda para respirar y alimentación por vía intravenosa. En ese sentido, suscribimos lo declarado por la directora de la Organización Nacional de Trasplantes, Beatriz Domínguez Gil, en 2018 al periódico El País: “Los riesgos que asume la madre y el impacto en el feto no compensan el objetivo final de concebir un bebé y además existen alternativas viables, como la adopción”.
Finalmente, denunciamos que casos como éste demuestran que estamos ante la fragmentación biotecnológica y experimental de la capacidad reproductiva de las mujeres para someterla al mercado de la reproducción asistida, convirtiéndonos a las mujeres en fuente de piezas desechables para satisfacer los deseos reproductivos de otras personas, y sirviendo a la experimentación biotecnológica con seres humanos con voluntad lucrativa.