Categorías
Actualidad

Cómo se obliga a las mujeres nepalíes a «vender» su piel para embellecer a los indios ricos

Artículo publicado en Youth Ki Awaaz por Soma Basu el 6 de marzo de 2017. Enlace al texto original en inglés.

IMPACTO: Por este reportaje, Soma Basu ha sido galardonada con el prestigioso premio Kurt Schork Memorial Award en la categoría de reportero local por la atención al detalle y la profundidad de su reportaje. La historia también ha sido reconocida por el gobierno de Nepal, que ha declarado que se tomarán las debidas medidas al respecto.

Hace tres años, cuando Sushila Thapa consiguió huir de un burdel de Mumbai hacia su pueblo natal en Nepal, la gran cicatriz de su espalda no le importaba. Lo que le importaba más era que estaba en casa con vida.

Un año más tarde, al ver a otra mujer con una cicatriz similar, se dio cuenta de que la piel de su espalda no estaba marcada por el fetiche de uno de sus clientes ni por ninguna lesión. Se armó de valor para hacer averiguaciones sin levantar sospechas y descubrió que la piel era «robada» para «embellecer a hombres y mujeres ricos».

La otra mujer había vendido voluntariamente un cuadrado de 20 pulgadas (50,8 cm) de su piel a un agente por 10.000 rupias para intentar escapar de la pobreza, pero el dinero se acabó pronto debido a la enorme deuda que debía saldar. El mismo agente la ayudó a entrar en el trabajo sexual. «El agente le dijo que suministraba piel a otro agente y que ésta se utilizaba para fabricar una especie de material que se emplea en cirugía plástica», dijo Thapa.

Desde que Thapa había escapado del burdel, era acosada por la comunidad de su pueblo natal en Sindhupalchowk, a unos 75 km de Katmandú.

El agente la llevó a un salón de masajes en la zona turística de Thamel, en Katmandú, a cambio de los tres primeros meses de «salario». Thapa sabía en qué se metía, pero no tuvo elección. Su única queja ahora es que si no se hubiera desfigurado, podría haber ganado más, y de forma segura.

Thapa tiene que atender a hombres principalmente de países del sur de Asia. Si insiste en utilizar un preservativo, el cliente ni siquiera paga las 300-500 rupias que, a pesar de su desfiguración, aceptan desembolsar. Otras mujeres del salón de masajes ganan hasta 5.000 rupias «por sesión».

Estos salones también cuentan con instalaciones para masajes estéticos, pero es una zona prohibida para las mujeres (clientas) sudasiáticas. Algunas de las mujeres que visitan estos salones para recibir estos masajes son excursionistas de países occidentales. Por eso fui al salón a recibir un masaje, y Thapa fue enviada a mi cubículo porque esto suponía una oportunidad para ganar más de lo que hubiera ganado por el trabajo sexual. Empecé a hablar con ella durante el masaje, y después de charlar sobre varias cosas, entre ellas la última película de Shahrukh Khan y varias cremas para eliminar las marcas de acné, empecé a lanzar las preguntas por las que había ido al salón.

«No estoy muy solicitada», fue todo lo que pudo decir, añadiendo que si hablaba más le podía pasar algo mucho peor. Al insistirle, me mostró su cicatriz y me contó lo que le había pasado y cómo.

La conversación fue interrumpida por una mujer mayor que regentaba el establecimiento. Alguien había escuchado la conversación y se había quejado ante ella. La masajista fue cambiada rápidamente. Por suerte, Thapa me había dado el chivatazo que me permitió seguir indagando.

¿Katmandú o Las Vegas india?

Casi todo está a la venta a partir de las 9 de la noche en las calles de Thamel, en Katmandú, cuando abren los clubes nocturnos. Con el tipo de vistas y servicios que ofrecen los pequeños locales, Thamel podría equipararse a una mini Las Vegas o Ámsterdam para los hombres indios que viajan solos o en grupo. El comportamiento de estos turistas indios (varones) en estos locales es vergonzoso y está muy lejos del «Sanskriti» que anhelan en su país.

Innumerables agentes, a menudo chicos de tan solo 14-15 años, tiran de las mangas de los turistas y les ofrecen los «servicios» disponibles en estos clubes nocturnos.

Una caseta de sensibilización en el puesto de control fronterizo indo-nepalí de Gauriphanta, Dhangadhi, Nepal. El objetivo de estos puestos es impedir que las mujeres sean objeto de tráfico hacia la India. Sin embargo, los traficantes rara vez utilizan estos puestos de control para cruzar la frontera. A pocos metros del puesto de control se encuentra Pilibhit (Uttar Pradesh), una selva lo suficientemente porosa como para proporcionar vías de escape.

Algunos de mis amigos varones de Katmandú me ayudaron a entrar en estos locales pasadas las 11 de la noche. El hecho de ser una mujer soltera con tres hombres no locales no levantó sospechas, simplemente porque muchos varones van a estos bares a «disfrutar» con una amiga antes de dirigirse finalmente a una habitación de hotel.

Pregunté a un agente si habría piel disponible para un pariente rico que se iba a casar pronto, pero que había sufrido graves quemaduras. El agente respondió: «Con un pago inicial de 50.000 rupias, se puede arreglar». El agente pidió una foto del paciente para asegurarse de que el tono de piel coincidía. También me pidió el grupo sanguíneo y un documento médico para comprobar que yo fuera una auténtica compradora. Le entregué un documento falsificado a nombre de un familiar inexistente. El agente me llamó dos días después para pedirme el anticipo. Me dijo que la «muestra» estaba disponible.

Información de primera mano

«La piel tiene una gran demanda. Una pieza cuadrada de 100 pulgadas (254 cm) de piel clara se vende entre 50.000 y 100.000 rupias en Delhi y en Mumbai. Los agentes llevan a las mujeres hasta la frontera indo-nepalesa. Desde la frontera, otro agente las lleva a India y las entrega a otro agente. El tercer agente organiza la extracción de la piel. Las mujeres tienen que firmar que han donado la piel y que no la han vendido», dice el traficante Prem Basgai, de 40 años, en la cárcel del distrito de Kabrepalanchowk, a sólo 50 km de Katmandú. Prem Basgai fue atrapado por la policía hace un año por vender riñones del distrito que se había hecho tristemente célebre como el «Banco de riñones de Nepal».

https://dz01iyojmxk8t.cloudfront.net/wp-content/uploads/2017/03/06013856/IMG_3909-min-1.jpg
Este hombre fue la primera víctima de Prem Basgai en Kabrepalanchowk. Vendió su riñón por 20.000 rupias. Basgai le había prometido que su riñón volvería a crecer. Ya sin dinero, este hombre bebe Raksi (aguardiente) todo el día. Algunas organizaciones sin ánimo de lucro le han prometido dar educación a su hijo. «Pero vienen para hacerse una sesión de fotos, no para ayudarme», dice.

La venta de órganos humanos es un delito según la legislación nepalí. El Reglamento de Trasplantes de Órganos y Tejidos Humanos de 2014 prohíbe la venta de tejidos y órganos en India. Las leyes ordenan que los órganos y tejidos solo puedan aceptarse de donantes registrados. Sin embargo, tanto en India como en Nepal es fácil fabricar documentos falsos. «Algunos estudiantes universitarios ayudaron a falsificar los documentos necesarios para la donación», dice Basgai.

No sólo riñones, sino que Basgai solía obtener entre 30.000 y 50.000 rupias por cada muestra de piel que suministraba al siguiente agente en cola. Solía pagar unas 5.000 rupias a la persona a la que se le extraía la piel. Los agentes que están más arriba en la escala la venden a pequeños laboratorios de anatomía patológica donde se procesa el tejido. Después, el tejido procesado se suministra a laboratorios más grandes (algunos de ellos bastante reputados) con una licencia para exportar derivados biológicos a Estados Unidos. Allí, estos derivados se convierten en Alloderm o en un producto similar, que se utiliza en diversos procedimientos quirúrgicos estéticos, como el alargamiento de pene, el aumento de mamas y el aumento de labios, para los que India es un mercado en crecimiento.

El negocio de los tejidos humanos se ha vuelto tan lucrativo que un gran número de personas se está metiendo en él. Según Basgai, cuando la tendencia comenzó, había solo un puñado de personas que suministraban órganos a la India, pero ahora la red ha aumentado. «Estas redes tienen varios niveles o capas. Aunque se sabe que sólo en Kabrepalanchowk se traficó con unos 300 riñones, hasta ahora sólo se han registrado tres casos. Hay que concienciar a la gente de que su piel se vende y de que es ilegal, y sólo entonces podremos esperar que se registren casos», dice Pooja Singh, superintendente de la policía de Kabrepalanchowk, y añade que hasta la fecha no se ha presentado ni una sola denuncia.

https://dz01iyojmxk8t.cloudfront.net/wp-content/uploads/2017/03/06013852/IMG_3904-min.jpg
Los habitantes de Kabrepalanchowk no quieren hablar con la policía ni con los medios de comunicación. Intentan cubrir a los traficantes porque estos agentes les «ayudan» con dinero a cambio de partes del cuerpo. Además, si se atreven a hablar, los agentes bajan a acosarlos para que se vayan del pueblo.

Los burdeles de la India son las granjas de piel

«¿Quién se va a quejar? Hemos visto lugares donde la vida no tiene ningún valor. He visto con mis propios ojos que las mujeres que se negaban sistemáticamente a recibir a los clientes o intentaban huir eran asesinadas y sus cuerpos lanzados a zanjas. Un cliente quemó la lengua de mi hijo de dos años con un cigarrillo. Ahora tiene siete años y todavía no puede hablar correctamente. Cuando nos rescatan y nos llevan a los centros de rehabilitación, no hablamos del pasado. Intentamos olvidarlo. Intentamos convencernos de que no nos ocurrieron esas cosas tan horribles», dice Rekha, una mujer de unos 30 años cuyo riñón fue vendido y luego traficaron con ella en burdeles de Bombay y Calcuta.

«Vi cómo las mujeres que se negaban a recibir a los clientes o intentaban huir eran asesinadas y sus cuerpos lanzados a zanjas».

«Las mujeres suelen ser drogadas o sedadas antes de la extracción de piel. Y sedar a las mujeres es normal. Por ejemplo, si un cliente quiere probar algo aventurero y está dispuesto a pagar por ello, la mujer es sedada y atada a la cama. Es tal el horror que si una mujer es sedada y se le extrae la piel, lo primero que hace, tras volver en sí, es correr por su vida y no comprobar si le falta un trozo de piel a su cuerpo. Los hombres tienen extraños fetiches. Es probable que piense que lo hizo su cliente», añade.

Otra mujer de 40 años, Kusum Shrestha, vendió su piel a un agente de Nuwakot, a 62 km de Katmandú, donde vive ahora. Dice que los agentes tienen una red tan fuerte que si uno se atreve a ir a la policía, hacen sufrir a su familia.

A menudo, las familias dependen de estos agentes para realizar pequeños trabajos esporádicos para ganar dinero. Con frecuencia, las víctimas se convierten en traficantes. Esto es exactamente lo que ocurrió en el caso de Basgai. Él y su mujer vendieron su riñón, y cuando se dieron cuenta de que las partes del cuerpo se pagan bien, empezaron a convencer a la gente de que un riñón es suficiente para sobrevivir; dos riñones son un lujo, dice Satish Sarma, de la organización sin ánimo de lucro con sede en Katmandú, Forum for Protection of People’s Rights.

https://dz01iyojmxk8t.cloudfront.net/wp-content/uploads/2017/03/06013852/IMG_4117-min.jpg
Sreshtha y otra mujer vendieron su piel a agentes por una escasa cantidad de dinero.

Según él, se trafica principalmente con mujeres porque su piel y sus órganos suelen estar en mejor estado ya que no fuman ni beben alcohol. Las mujeres nepalíes son objeto de tráfico principalmente por su piel, ya que son blancas y su piel se hace pasar por la de una persona de origen caucásico.

«La primera vez que me topé con casos de tráfico de piel fue en Sindhupalchowk. Algunas personas de la comunidad local decían que se traficaba con piel para la cirugía estética. Aunque intentamos hacer algo al respecto, los casos no se pudieron rastrear porque la gente tenía miedo de hablar y, por tanto, no se pudo hacer nada», dice Jeevanti, trabajadora de campo de la organización sin ánimo de lucro Shakti Samuha.

El floreciente sector de la cirugía estética en la India

Según los datos disponibles más recientes, entre 2005 y 2007, la industria india de la cirugía estética o cosmética, que incluye procedimientos invasivos y no invasivos, tuvo una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR) del 34% en términos de generación de ingresos, y el tamaño estimado de la industria global de la cirugía cosmética fue de 110 millones de dólares. La venta de Alloderm o injerto humano en todo el mundo ha tenido crecimiento anual compuesto (CAGR) del 70% de desde 2002.

«La materia prima va de India a Estados Unidos, el producto se elabora en Estados Unidos y se revende a India. Así funciona el mercado».

«En comparación con el conocido tráfico de órganos sólidos (como los riñones), los países más pobres son los más propensos a vender células y tejidos humanos a los especuladores, que los distribuyen en los países de altos ingresos o en las clínicas privadas de los países emergentes», afirma Jean-Paul Pirnay en el documento Human Cells And Tissues: The Need For A Global Ethical Framework, del Departamento de Bienestar del Hospital Militar Reina Astrid de Bruselas.

Un empleado de la empresa que distribuye productos derivados de tejidos humanos utilizados en la India, bajo condición de anonimato, dice que hay mucha competencia entre los grandes procesadores de tejidos en Estados Unidos, que adquieren tejidos a través de diferentes canales.

Los controles de seguridad en la frontera indo-nepalesa son escasos. Los 1.800 km de frontera son muy porosos.

Obtienen los tejidos de cadáveres, de diversos bancos de tejidos y también de algunos laboratorios de anatomía patológica o de empresas de biotecnología de países que no disponen de un banco de tejidos. Dice que sólo dos tercios de los establecimientos médicos de la India tienen bancos de tejidos, pero los tejidos que tienen estos bancos se utilizan para el tratamiento de dolencias graves, como las quemaduras en más del 90% del cuerpo. «La materia prima va de India a Estados Unidos, el producto se elabora en Estados Unidos y se revende a India. Así es como funciona el mercado», afirma.

Un negocio arriesgado

Alloderm, uno de los productos fabricados por LifeCell, una empresa que patenta productos derivados de tejidos, ha experimentado un crecimiento medio de sus ventas del 41% anual y de sus beneficios de hasta un 72% anual. El aumento de las ventas de Alloderm contribuye en gran medida al crecimiento de la empresa. Según LifeCell, sus productos se fabrican a partir de «tejido de piel humana suministrado por bancos de tejidos conformes con la Asociación Americana de Bancos de Tejidos».

No sólo LifeCell, sino que hay unas 13 empresas que se dedican a la fabricación de productos derivados de piel y tejidos. Todas ellas figuran en la lista de «productos derivados del ser humano regulados por el 21 CFR 1271 (HCT/Ps)» de la FDA».

«Se presentaron varias demandas contra la empresa tras un caso en el que se extraían tejidos supuestamente de personas fallecidas sin el consentimiento de sus familiares».

Se presentaron varias demandas contra la empresa en 2006 tras verse implicada en un caso en el que se extraían tejidos supuestamente de personas fallecidas sin el consentimiento de sus familiares. Tras una investigación del fiscal del distrito de Brooklyn, cuatro personas fueron acusadas. Aunque LifeCell colaboró en la investigación y retiró sus productos, la empresa fue receptora de material de cadáveres de los bancos de tejidos responsables.

Esto sólo demuestra que estas empresas que tienen la patente de fabricación de productos derivados de tejidos humanos no son tan limpias. ¿Qué relación tienen con Nepal e India? Al parecer, muchas de estas empresas, registradas o no, que cotizan o no, reciben «materia prima» de países más pobres como la India, que a su vez obtienen estos materiales de forma muy dudosa de los burdeles o de los distritos más pobres de Nepal.

Scott A. Brubaker, Vicepresidente de la Asociación Americana de Bancos de Tejidos, afirma: «Mientras que existe un sistema de seguimiento de los productos transfundibles de origen humano (glóbulos rojos, plaquetas, crioprecipitado y plasma para transfusión), no se utiliza para los injertos de tejidos transplantables de origen humano.»

https://dz01iyojmxk8t.cloudfront.net/wp-content/uploads/2017/03/06013850/IMG_3901-min-e1488790717956.jpg
Pueblos como Kabrepalanchowk, Nuwakot o Sindhupalchowk, en Nepal, se han convertido en una «granja de órganos» para los traficantes.

El Alloderm u otras fórmulas de injertos de piel que importan reputados establecimientos médicos dicen estar aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA), pero ésta ha reiterado una y otra vez que no tiene ningún mecanismo para comprobar la procedencia de estos derivados fuera de EE.UU.

Tanto la Administración india como la nepalesa no tienen ni idea de cómo estos países se han convertido en una industria informal para producir y procesar la materia prima de injertos de piel a través de un canal que se gestiona con tanta eficacia que ni siquiera la FDA puede evitarlo.

Por una parte Nepal, India y EE.UU.; por otra, los ricos, incluidos los famosos, que pagan por estas reconstrucciones y cirugías estéticas. Y mientras tanto, cientos de mujeres de Nepal y de burdeles de la India son explotadas mientras la industria prospera.

(Los nombres de las víctimas han sido cambiados)

Traducción de Patricia Illa