El pasado martes día 16 de noviembre desde Feministes de Catalunya organizamos un #WebinarFeminista en el que la Dra. Carme Valls nos presentó su libro Mujeres Invisibles para la Medicina. Desvelando nuestra salud, reedición revisada de la versión publicada en 2006.
La Dra. Carme Valls es médica endocrinóloga y tiene un extenso currículum profesional, con innumerables publicaciones y reconocimientos. Es directora del programa Dona, Salut i Qualitat de vida del Centre d’Anàlisis i Programes Sanitaris (CAPS https://www.caps.cat ) y forma parte del Consejo de Redacción de la revista Mujeres y salud (http://mys.matriz.net/). Pionera en nuestro país en plantear las diferencias en mortalidad y morbilidad entre mujeres y hombres, defiende la introducción en los estudios de medicina, enfermería y ciencias de la salud en general de la ciencia de la diferencia. Porque existen diferencias en las enfermedades que nos afectan, en la utilización de los servicios sanitarios y en la atención que recibimos. Pero, como destacó nuestra compañera Montse Montaña, que condujo la sesión, y apuntó muy acertadamente Anna Freixas en el prólogo de su libro, la Dra. Carme Valls es sobre todo una mujer comprometida. Comprometida con la salud, con las mujeres y con la sociedad.
En su conferencia la Dra. Valls hizo un repaso del impacto del binomio sexo/género y del sesgo de género de la investigación médica en la salud de las mujeres.
La Dra. Valls afirma: “En la medicina, como en otras ciencias, existen unos estereotipos de género que nos hacen invisibles. Si nos ven, nos consideran inferiores y casi siempre quieren controlarnos”. Y somos invisibles, en primer lugar, por la falta de investigación diferenciada por sexo. En 2020 Sabine Oertlet-Prigione analizó 2.484 estudios registrados de la COVID y sólo un 16% mencionaba sexo/género en los criterios de inclusión. Una cifra aún menor, un 4,1%, aludía a sexo/género en alguna fase del ensayo clínico. Ninguno de los once artículos publicados en revistas de alto nivel hasta junio de 2020 presentaba resultados desagregados por sexo.
Entre los profesionales está ampliamente aceptada la necesidad de incluir la variable sexo como variable biológica en investigación básica y clínica. Este año, por ejemplo, la Sociedad de Endocrinología ha publicado un posicionamiento oficial al respecto. El sexo no sólo está en los genitales, el genoma XX o XY se refleja en todos los tejidos, hay 43 tejidos que segregan proteínas de forma distinta entre sexos. Tomar hormonas no permite cambiar el sexo, porque ni la genética, ni el cerebro ni el funcionamiento del hígado pueden modificarse.
Pero no sólo hay que desagregar por sexo, también es necesario incorporar la perspectiva de género en el análisis de los datos, considerando entre los condicionantes de la salud todos aquellos asociados al género —los roles, la violencia de género, las condiciones de trabajo, la discriminación o la presión sociocultural sobre la imagen corporal de la mujer— porque son factores que pueden afectar a la morbilidad y la mortalidad diferencial de las mujeres.
Hay sesgo de género en todos los tipos de investigación médica. En una revisión de la investigación preclínica (test en animales previo al ensayo en humanos) de medicamentos para el corazón se identificó que más del 70% estaba hecha exclusivamente en ratas macho (Ramírez Motazedian et al. 2017). Los estereotipos de género influyen en el diseño de los estudios. La investigadora Rebeca M. Shansky publicó en Science en 2019 que está tan arraigada la idea de que los hombres son los que tienen buena salud mental y de que las mujeres se desvían de la norma masculina por influencia de las hormonas en su cerebro que en el diseño de estudios se eligen ratas macho para evitar esta variabilidad hormonal. Paradójicamente, varios estudios han revelado que los datos recogidos de ratas hembra no varían más que los de las ratas macho. De hecho, en algunos casos los datos de los machos varían más que los de las ratas hembra (Prendergast 2014, Becker et al. 2016). La explicación de este hecho es que la variabilidad hormonal de las ratas macho depende de si viven juntas o solas en la jaula; si viven juntas las ratas macho establecen una jerarquía de dominancia y los niveles de testosterona de los machos dominantes son en promedio cinco veces más altos que los de los subordinados. Esto supone que los estudios realizados hasta ahora que consideraban que los resultados no estaban influidos por variabilidad hormonal son falsos y es necesario revisarlos. En contraposición la Dra. Valls aporta datos de investigación preclínica con modelos mixtos (Florido et al. 2021) que han servido para evitar que un medicamento se considere indicado para mujeres puesto que su efecto es totalmente contrario al deseado (consolidación del miedo en el estrés postraumático ).
En la investigación sobre mortalidad se ha evidenciado que la enfermedad cardiovascular es el paradigma de la invisibilidad de las mujeres en la medicina. Los profesionales desconocen que la enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte entre el sexo femenino. La falsa creencia de que las mujeres están naturalmente protegidas del infarto por sus hormonas está en la base de un menor diagnóstico y tratamiento y, por tanto, una mayor mortalidad. Esto se debe a la falta de investigación en mujeres. En los estudios realizados entre los años 80 y 90 del siglo XX sólo se habían incluido hombres como sujetos de estudio. La cardióloga Bernardine Healy, que dirigió el NHI (National Institutes of Health) del año 1991 al 1993 (fue la primera mujer que lo dirigió), ya dijo que la enfermedad cardíaca de las mujeres ha sido invisible para la medicina y que si las mujeres demostraban que podían tener enfermedades coronarias quizás podrían ser tratadas con igualdad de oportunidades que los hombres. Ahora por fin, en 2021, treinta años después, la OMS ha creado una comisión para estudiar la enfermedad cardiovascular en las mujeres.
La morbilidad diferencial por biología diferente asociada al aparato reproductor es invisible para la medicina por falta de investigación específica. Y, aunque la presencia de disruptores endocrinos tiene efectos en la salud de los hombres y de las mujeres y tendrá más en el futuro, el efecto de los tóxicos es mayor en las mujeres porque nuestro cuerpo es el primer bioacumulador químico ambiental de disruptores endocrinos puesto que tiene un 15% más de célula grasa.
Las mujeres son mal valoradas cuando se utilizan valores de referencia en análisis clínicos. Se han considerado normales para las mujeres valores distintos a los de los hombres porque se ha considerado normal lo frecuente. Por ejemplo, frecuentemente se encuentran en las mujeres valores de hematíes inferiores a causa de la excesiva pérdida menstrual, pero que esto sea frecuente no significa que sea normal. Se ha normalizado la inferioridad.
Los significantes patriarcales de feminidad y masculinidad han escondido el cuerpo de las mujeres. El patriarcado ha intervenido sobre el cuerpo de las mujeres naturalizando la diferencia sexual, fragmentando el cuerpo y la experiencia y objetualizándolo. Y aquí, la dependencia de la belleza genera problemas de salud, como por ejemplo la incontinencia de orina o las lesiones de columna secundarias al uso de fajas o la extirpación de dedos de los pies para poder usar zapatos de tacón de aguja. Nos encontramos ante el uso de la medicina para modificar el cuerpo de las mujeres, adecuándolo a los cánones de belleza vigentes.
Para cambiar esta realidad la Dra. Valls propone desarrollar una ciencia de la diferencia, con adecuación de los planes de estudio de las ciencias de la salud, y mejorar la innovación con diversidad en los equipos de investigación, diversidad en los métodos de investigación y diversidad en los problemas a investigar.
Escrito por Montse Montaña
Podéis ver la sesión completa aquí: