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La revuelta de las putas, con Amelia Tiganus

En el marco del 8 de marzo de 2022, Día de la Mujer, Feministes de Catalunya organizó un #WebinarFeminista con Amelia Tiganus, que nos presentó su último libro, La revuelta de las putas. Amelia nació en Rumanía en 1984 y durante su adolescencia fue víctima de violencia sexual, una violencia compinchada con las redes de trata de personas para crear presas fáciles para ser captadas por el sistema prostitucional. A los 17 años fue vendida a un proxeneta español por 300€ y durante 5 años fue una esclava sexual en diversos burdeles en España. Logró sobrevivir y escapar del infierno, y ahora se ha convertido en una de las referentes más visibles del movimiento abolicionista en España y en una líder feminista indiscutible. 

La revuelta de las putas

La revuelta de las putas está a medio camino entre la autobiografía y el ensayo. Con un lenguaje claro, accesible y directo, Amelia parte de su experiencia personal para reflexionar sobre la función del sistema prostitucional dentro del patriarcado, sobre cómo se “fabrican” las putas, y sobre cómo se somete a las mujeres prostituidas a través de alimentar la dicotomía machista entre la buena y la mala mujer. El libro también incluye una discusión sobre los tres modelos regulatorios para afrontar la prostitución, denunciando las trampas y la hipocresía del prohibicionismo y del regulacionismo, y articulando de forma inapelable las bases discursivas del posicionamiento abolicionista. 

Tal y como explica su autora, La revuelta de las putas se empieza a gestar mucho antes de la llamada de la editorial con la propuesta de escribir un libro. Se gesta durante el largo camino que recorrió Amelia Tiganus para salir físicamente del sistema prostitucional y aprender a ser libre. “Digo físicamente,” explica, “porque mentalmente sigo saliendo cada día, y una parte de mí siempre se quedará allí.” Amelia destaca la importancia que tuvo para ella la relación con su marido, que a pesar de tener poder sobre ella en la jerarquía sexual, como todos los hombres, no abusó de él, y esto le brindó la oportunidad para aprender a relacionarse de una forma que no fuera a través del sexo, que el patriarcado nos enseña a instrumentalizar como único valor que otorga a las mujeres.

Cómo se fabrica una puta

Cuando decimos que la pobreza es un condicionante clave de entrada en el sistema prostitucional es cierto, pues es evidente que las mujeres con dinero no se prostituyen. Pero no es la única causa. Amelia Tiganus reflexiona sobre la importancia de la violencia sexual como factor psicológico, y del abandono social de las mujeres que sufren violencia sexual como factor social definitivo. Una respuesta desadaptativa común al trauma de la violencia sexual consiste en la repetición en bucle de la experiencia traumática vivida con la finalidad de tomar el control de la situación. Es un bucle evidentemente autodestructivo, alimentado por discursos falaces, peligrosos e irresponsables que lo justifican con una falsa sensación de control y de beneficio a través de la remuneración.

Amelia nos explica que el ser humano tiene tres respuestas posibles ante las agresiones: la huida, el contraataque y el sometimiento. La ausencia de leyes abolicionistas que protejan a las mujeres prostituidas imposibilita las dos primeras, dejándolas con la única opción de someterse. La pulsión de sobrevivir a la violencia prostitucional suscita en las mujeres la necesidad de un relato que justifique su situación y que exculpe al proxeneta a través de lo que Amelia Tiganus llama “el orgullo de la puta”. Pero como explica Amelia, a diferencia del “nigger” afroamericano o el “gay” de los homosexuales, que se apropian y resignifican el término peyorativo del opresor, el orgullo de la puta no se contrapone al opresor sino a otra mujer. El orgullo de la puta se sostiene en la dicotomía patriarcal de buenas y malas mujeres, las esposas vs las putas, que reduce la explotación sexual al servicio del placer masculino a una pelea de moños eliminando a los varones de la ecuación, y promueve una rivalidad entre mujeres por la atención masculina contraria a nuestros intereses, porque refuerza el sistema de poder patriarcal al otorgarnos un valor solamente a través de ellos.

La sociedad machista, hipócrita e irresponsable valida este discurso a través de la pornificación de la cultura, resignificando la cosificación y la sexualización como empoderamiento e interpretando el sometimiento de las putas como un supuesto consentimiento, que de una manera absolutamente perversa las hace corresponsables de su propia situación. Amelia Tiganus nos advierte de que este discurso pornificador está calando a través de los medios de comunicación y las redes sociales en nuestras adolescentes, transmitiendo la idea de que el valor de las mujeres está en nuestra sexualidad y de que sexualizarnos para los demás nos empodera. Así, somos todos corresponsables, porque como nos recuerda Amelia Tiganus, las putas no son del proxeneta o del putero, sino de la sociedad que mira para otro lado.  

Tres maneras de regular la prostitución

Existen tres modelos regulatorios para afrontar la prostitución: el prohibicionista, el regulacionista y el abolicionista. El modelo prohibicionista se sustenta en una ideología tradicional, conservadora y religiosa, que concibe la prostitución como un acto inmoral, inherente a la naturaleza pecadora de la mujer, pero aun así necesaria para cubrir unas necesidades sexuales supuestamente irrefrenables de los varones. A pesar de perseguir de forma nominal a todos los actores involucrados, quienes acaban siendo penalizadas por este modelo son las mujeres prostituidas, que además cargan con un fuerte estigma social. El modelo prohibicionista se aplica en países como Rumanía, el país natal de Amelia Tiganus, de manera hipócrita, ya que es la principal «fábrica de putas» para los sistemas prostitucionales de la Europa occidental, y su prohibicionismo crea las condiciones de abandono social funcionales a las redes proxenetas.

El modelo regulacionista se sustenta en la ideología capitalista neoliberal, que presenta la prostitución como un intercambio de sexo por dinero posible gracias a una “libre elección” de la mujer, independientemente de su contexto económico y social. Esta posición también tiene sus defensores en la izquierda posmoderna, que la consideran empoderante y “un trabajo como cualquier otro”. Pero como dice Amelia Tiganus, “no es lo mismo fregar suelos que ser la fregona”. Legalizándola, el sistema regulacionista ampara la prostitución bajo la ley, convirtiendo a los proxenetas en dignos empresarios, con la idea de que de esta manera desaparezca la trata. Pero nada más lejos de la realidad: en los países donde se ha regulado, por ejemplo en Alemania o Países Bajos, la demanda de prostitución ha aumentado y han proliferado las redes de trata, sin que se haya reducido la situación irregular y de clandestinidad de las mujeres ni la violencia que sufren.

A lo largo de la historia, nos dice Amelia Tiganus, se ha ido alternando entre la prohibición y la regulación de la prostitución, en función de lo que convenía. Pero el modelo verdaderamente progresista y feminista es el abolicionista, que considera la prostitución como la forma más grave de violencia sexual contra las mujeres, y la analiza desde un punto de vista estructural, consecuencia de las circunstancias socioculturales y económicas que rodean a las mujeres, y funcional a la reproducción de este sistema de poder de los hombres y dominación de las mujeres que se llama patriarcado. El modelo abolicionista se basa en proteger a las mujeres prostituidas dándoles la consideración de víctimas de violencia machista, y por lo tanto beneficiarias de asistencia y reparación por parte del Estado, pero también persigue y criminaliza todas las formas de proxenetismo y ataca a la demanda deslegitimando y multando al putero. Este modelo se ha aplicado con éxito en países como Suecia.

De víctima a activista

El sistema prostitucional destruye a las mujeres y Amelia no fue una excepción. Al salir de ese infierno, enfermó gravemente debido a las grandes heridas emocionales y las graves secuelas psicológicas. A pesar de conocer sus antecedentes como víctima de violencia sexual, la atención psicológica que recibió fue pésima, únicamente farmacológica, y sin ningún acompañamiento psicoterapéutico. Amelia asegura que la medicación es necesaria, pero también asimila sus efectos sedantes a los efectos del alcohol y a las drogas que tomaba en el prostíbulo, para poder evadirse del profundo dolor que sufría. La medicación permite aplacar el sufrimiento, pero al mismo tiempo te condena a un estado pasivo que no permite enfrentar la situación que provoca el malestar. 

La desesperación volvía y se refugió en los libros. Gracias a ellos conoció el feminismo. Amelia recomienda La creación del patriarcado, de Gerda Lerner, y La prostitución en el corazón del capitalismo, de Rosa Cobo. La teoría feminista le permitió comprender su historia a través de un análisis social de la injusticia patriarcal. Conectó su experiencia con la de muchas otras mujeres con trayectorias similares, comprendiendo que no se trataba de casos aislados, sino de una visión estructural de las mujeres como carne de consumo para el placer masculino. Conocer cómo funciona el patriarcado y lo que hace en el cuerpo y mente de las mujeres le permitió liberarse del miedo, del estigma y de la culpa. 

Amelia admite la importancia de reconocer a las mujeres en situación de prostitución como víctimas de violencia machista, pero señala al mismo tiempo que un discurso que las revictimice nunca las va a convencer. Tampoco se siente satisfecha con el término “superviviente”, porque carece de mérito: muchas mujeres no logran sobrevivir por más que lo intenten. Además, la supervivencia no es un estado permanente, y ser llamada superviviente la retrotrae a un pasado doloroso. Lo que ha sido realmente reparador para Amelia Tiganus es el activismo: a través de la lucha contra la injusticia y la violencia que sufren otras mujeres, busca la justicia para ella. El activismo rompe con la dicotomía patriarcal de las buenas y las malas mujeres situando al putero y al proxeneta como enemigos, y es una fuente de orgullo que le ha devuelto la capacidad de actuar de la que el sistema prostitucional la despojó. 

Podéis ver el webinar entero en este enlace: