El martes 3 de noviembre de 2020 Marina Pibernat Vila, doctora en Antropología e historiadora,nos habló de las relaciones que se establecen actualmente, en la era digital, entre juventud, patriarcado y neoliberalismo.
En todas las culturas se realizan procesos rituales que dan herramientas para adquirir el estatus y el conocimiento necesarios para ingresar en la sociedad como persona adulta de pleno derecho. La adolescencia, como etapa de margen, está marcada por la indefinición, porque no se es ni una criatura ni una persona adulta. Y es en función del contexto social, cultural o económico que esta etapa es moldeada. Según cada sociedad, la adolescencia puede ir acompañada de rituales individuales o colectivos, festivos o perjudiciales para la integridad física, puede durar unos pocos días o extenderse a lo largo de varios años.
Con la industrialización aparece el término “adolescencia”. La universalización de la educación obligatoria y la expulsión del mercado laboral de la juventud tuvieron efectos diferentes en función de la clase social y causaron problemas económicos a las familias de clase trabajadora. Viendo cierto aumento de la conflictividad juvenil, Stanley Hall asoció el desarrollo individual a fases históricas: la adolescencia correspondería a las primeras etapas del desarrollo social, marcadas por la inestabilidad y el conflicto, y la sociedad occidental industrializada, a la edad adulta, madura, estable y no conflictiva. Pero Margaret Mead documentó adolescencias pacíficas, apacibles y carentes de conflicto en otras culturas, lo cual invalidaba las tesis de Hall.
Con la Primera Guerra Mundial, la juventud europea adquirió mayor conciencia de pertenecer a un mismo rango de edad y a una misma nación. En el período de entreguerras, las juventudes fascistas fueron fundamentales para la difusión e implementación de su ideario. Chicos y chicas eran socializados en una marcada segregación de género, los chicos eran destinados a ser soldados mientras que las chicas eran educadas para ser sus esposas. Terminada la Segunda Guerra Mundial y con Europa devastada, la recuperación trajo consigo el auge de un mercado juvenil interclasista y la juventud empezó a configurarse en torno al tiempo de ocio. En los 70 empezó el desarrollo de la comunicación de masas y la informática de consumo. La crisis del petróleo de 1973 volvió a afectar al empleo juvenil regresando su dependencia familiar. En los 80 se inició al auge del neoliberalismo con la caída del bloque soviético. Empezó la época de las microculturas juveniles, pequeñas comunidades cerradas al exterior.
La actual juventud audiovisual presenta formas más individuales que las generaciones anteriores y la disolución de las categorías genéricas con “@” como símbolo inclusivo. No sólo consume los productos audiovisuales, también los produce, dando lugar a la “juventud prosumidora”. Su contexto socioeconómico está marcado por las sucesivas crisis (Gran Recesión de 2008 y crisis de la Covid-19 de 2020), que afectan especialmente a mujeres jóvenes de clase trabajadora. Pero en los análisis sociológicos sobre la era digital el optimismo es hegemónico. Castells teorizó acerca de la sociedad-red y el informacionalismo, identificando un eje de exclusión/inclusión en la capacidad de moverse por la red. Donna Haraway trasladó ese optimismo al feminismo y a su ontología del Cyborg, propugnando el fin de los dualismos, como el de hombre/mujer, y la red como zona de libertad sin límites para las mujeres, su agencia y su subjetividad.
La crítica a las tesis tecno-optimistas de la sociedad-red señala que éstas no ponen a las relaciones sociales en el centro del análisis, sino a «la máquina», considerando que el cambio social es reflejo de ésta. Así, pecan de determinismo tecnológico, al considerar a la “máquina” como el agente del cambio social en vez del ser humano, el único agente posible del cambio social. No estamos en un nuevo paradigma socio-tecnológico, económico o productivo, sino que se ha informatizado la producción dentro del marco de las relaciones capitalistas. Las tesis tecno-optimistas son individualistas y concuerdan con el ideal neoliberal al atribuir a la tecno-meritocracia el estatus de los individuos en la sociedad-red. Las mismas críticas pueden aplicarse a Haraway. Judy Wajcman señala a la tecnología como algo no neutral, que revela y amplifica la distribución desigual de poder en la sociedad. Toda tecnología está sujeta a un proceso de negociación entre los distintos grupos sociales con intereses contrapuestos y no conlleva por sí misma un cambio social.
En el actual contexto mediático y audiovisual de la juventud, como muestra Paula Sibilia, la intimidad que apareció con el auge de la burguesía se ha convertido en objeto de exhibición y mercancía dentro del capitalismo creativo. Las identidades individuales han pasado a ser alterdirigidas, construidas para ser expuestas y visibles. Mientras, la personalidad se ha vuelto objeto de culto y se ha empezado a diluir la frontera entre la ficción y la no ficción.
Para la juventud, Internet ha pasado a ser un espacio virtual de socialización. Son muy conscientes de la exposición pública de su imagen y de la importancia de una buena valoración de ella en Internet para conseguir audiencia. Esa valoración se convierte en «validación» y participar de ello con la producción de contenidos para compartir en las redes se ha convertido en parte importante de su ocio. Los y las youtubers constituyen la máxima expresión de esto y han hecho de su exhibición pública y de sus intereses su profesión. Son los nuevos referentes de la juventud. Han creado identidades fácilmente reconocibles, han conseguido audiencia y han entrado en el mundo de la publicidad de grandes marcas. Como fenómeno, participa del ideal de triunfar individualmente gracias al conocimiento de las TIC, en la línea de los análisis neoliberales del tecno-optimismo.
El fenómeno youtuber presenta una clarísima hegemonía masculina. También hay segregación temática. Los chicos hablan de videojuegos y humor; las chicas, de moda, maquillaje o fitness. Así, es difícil sostener la idea de Internet como mecanismo democratizador, ya que en él se reproducen la desigualdad y los estereotipos. Políticamente, los temas LGTB son la principal reivindicación política entre youtubers, especialmente chicas, y también han entrado con fuerza las múltiples «identidades de género» y la terminología y tesis de la teoría queer, mostrando una confusión importante entre sexo/género, orientación sexual y socialización en los roles y estereotipos de género.
Con la creciente situación de precariedad juvenil en la actual fase del capitalismo, adolescentes y jóvenes son socializados, a través de su participación en la esfera digital, en el ideal individualista neoliberal que convierte la vida, la intimidad o la personalidad en una mercancía. Esta vía se les ofrece como un proyecto de vida deseable basado en la posibilidad de conseguir fama y audiencia fácilmente a partir de la creación de contenidos audiovisuales, entrando así en el mercado audiovisual y de la publicidad. De este modo, los roles y estereotipos de género del mercado se reproducen aún con más ahínco entre los adolescentes y los jóvenes actuales, dado que su reproducción asegura más beneficios económicos y consiguen así un mayor alcance.
Con la mercantilización de la intimidad era previsible que surgiera una versión online de la mercantilización de los cuerpos de las mujeres. Están apareciendo plataformas que ponen todas las herramientas para que las mujeres exploten sexualmente su cuerpo en Internet. Lejos de las tesis del tecno-optimismo, la tecnología es colaboradora de la agenda neoliberal mercantilizadora de la vida.
Escrito por Marina Pibernat.
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