El pasado 4 de octubre, Feministes de Catalunya inauguramos el nuevo ciclo de Formación y Debate de Otoño de 2022 dedicado a las Ciencias Sociales con perspectiva feminista con la politóloga Laura Nuño Gómez. Su conferencia, que lleva por título “Estrategias patriarcales contra la genealogía femenina y feminista” se basa en su libro “El derecho a la educación” (Editorial Comares, 2020), en el que analiza cómo el patriarcado ha usado la educación como estrategia para determinar las capacidades y el destino social previstos para las mujeres, que han sido históricamente distintos que para los hombres.
Laura Nuño es politóloga por la Universidad Complutense de Madrid y se doctoró en ciencias políticas con una tesis sobre los orígenes y consecuencias de la división sexual del trabajo. Es profesora titulada de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos, donde fue impulsora y coordinadora del primer Grado de Igualdad de Género en España. También fue directora del Observatorio de Igualdad de la Universidad Rey Juan Carlos. Además de escritora, docente y con una amplia carrera como investigadora, Laura es activista feminista. Participó en la creación la Plataforma Universitaria de Estudios Feministas y de Género, integrada por más de 40 asociaciones, y forma parte activa de organizaciones feministas como el Fórum de Política Feminista y la Asociación Marcela Lagarde, a las que ha cedido la recaudación de los derechos de autora del libro que nos presentó en su charla.
Su ponencia comienza con un refrán popular, “caballo viejo no aprende trote nuevo”, en referencia a las resistencias que se encuentran para incorporar la perspectiva de género en el ámbito académico, donde persiste una mirada androcéntrica que rebaja la teoría feminista a un “sesgo ideológico” y no la reconoce como una teoría política con siglos de investigación y producción de conocimiento.
La educación patriarcal ha tenido siempre un carácter instrumental que ha servido para capacitar a cada persona para cumplir su destino social; este destino ha sido históricamente la creación en el caso de los hombres y la procreación en el de las mujeres.
A través de la teoría de la complementariedad sexual, según la cual hombres y mujeres tienen dotes y capacidades diferentes, todas las sociedades comparten mandatos que reproducen la sumisión y subordinación de las mujeres. Cuestionando la racionalidad de las mujeres se justifica su control por parte de los varones, a los que deben silencio y obediencia, y serán éstos los que siendo sujetos de razón gozarán del monopolio del espacio público, mientras las mujeres quedan relegadas al espacio doméstico.
Una vez despojadas de la capacidad de juicio inherente al ser humano, las mujeres son deshumanizadas y cosificadas, legitimando así su explotación y dominación al no estar identificadas con la razón y la cultura sino con la naturaleza. Esto explica que la principal demanda de la reivindicación sufragista fuese el acceso de las mujeres al saber y la cultura, a una capacitación común en igualdad de condiciones con los hombres.
Para garantizar la jerarquía sexual y la consecuente sumisión de las mujeres, el patriarcado ha instrumentalizado el ámbito educativo y académico, a través del cual ha implementado fundamentalmente cinco estrategias: la segregación curricular, la demostración, la teoría de las excepciones, la especificidad y el borrado de las mujeres.
La primera es la segregación curricular. Mientras los hombres aprendían a leer y escribir, matemáticas o física, las mujeres aprendían a coser, cocinar y religión, para prepararlas para lo que se considera su destino natural, que es la crianza y el hogar, para el que no necesitan una enseñanza formalizada para desarrollar otras aptitudes o conocimientos.
Si la educación diferenciada no lograba impedir que algunas mujeres aprendiesen a leer y escribir, estas se tendrían que enfrentar a una segunda estrategia patriarcal, la demostración. Sus habilidades intelectuales se sometían a una “inversión de la carga de la prueba”. Mientras los varones poseen el uso de la razón de serie, las mujeres que pretendían este reconocimiento debían demostrarlo irrefutable y recurrentemente, y si lo hacían se consideraría un accidente, llegando incluso a negar la autoría de sus obras.
A aquellas que aún así lograban escapar del silencio, no solo se les exigía la demostración, sino que tenían que sortear mecanismos adicionales, como la excepción y la especificidad. Estas mujeres se consideraban parte de “la excepción que confirma la regla” (de la exclusión de las mujeres del ámbito de la razón y el saber) y eran tachadas de mujeres anómalas y antinatura que pretendían transitar por un espacio impropio, una acusación que iba acompañada de burlas y reproches morales por ser portadoras de atributos considerados masculinos. Huérfanas de genealogía, cada autora era un caso aislado y singular.
Una vez superada la teoría de las excepciones y la anomalía entraba en juego otra estrategia: la especificidad, es decir, el considerar la producción artística de las mujeres como específica, encasillando sus obras en la categoría “femenina”. La unidad de medida (el cánon universal) era la producción masculina, mientras que lo femenino se devaluaba: literatura “femenina”, pintura “femenina”…
Por último, las obras y aportaciones de las mujeres que superaron todas las barreras y triunfaron fueron borradas de la Historia. Por lo tanto, la Historia es el resultado de la criba patriarcal, producto de una selección intencionada de las producciones intelectuales de los hombres, que se iban acumulando mientras se expulsaban las contribuciones de las mujeres, dejándolas huérfanas de genealogía femenina e impidiendoles así construir su propia Historia en igualdad a los hombres.
En el libro, Laura Nuño hace un recorrido histórico por las diferentes tradiciones educativas para las mujeres y recupera esa genealogía femenina intencionalmente olvidada, ilustrándola con ejemplos, desde Sumeria, las griegas, romanas, la cristianización de Occidente, las beguinas, la caza de brujas o el debate entre Rousseau y Mary Wollstonecraft.
Laura Nuño cierra su intervención con una cita de Mary Beard: “nuestro modelo cultural y mental de una persona poderosa es siempre un personaje masculino. No tenemos ningún modelo de qué es una mujer poderosa, salvo que se parece a un hombre”, y otra de Celia Amorós: “La crítica de la razón patriarcal puede especificarse en una de sus direcciones como crítica de sabidurías patriarcales. Y en esta crítica nos deberíamos apoyar para buscar alternativas teóricas y prácticas a problemas planteados en nuestro presente”.
Os recomendamos encarecidamente la lectura de “El derecho a la educación” para profundizar en lo expuesto en esta conferencia; un libro cuyo reto es generar una conciencia universal de que la educación debe dejar de ser androcéntrica y sesgada y de la necesidad de luchar por una formación feminista que garantice la presencia de las mujeres en el mundo del saber.
Escrito por Alejandra Prieto
Podéis ver el webinar completo aquí: