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El género de la violencia: aportaciones de la atención psicológica

El pasado 26 de octubre, desde Feministes de Catalunya organizamos un #WebinarFeminista con la psicóloga Gemma Cánovas Sau, cuya ponencia se tituló “El género de la violencia: aportaciones de la atención psicológica”. 

Gemma Cánovas Sau es especialista en psicología clínica, psicología de la mujer y maternidad e infancia. Además de su práctica clínica, es colaboradora técnica del Programa de Prevención de la Violencia del Ayuntamiento de Barcelona y tiene una amplia experiencia trabajando en el SAV (Servicio de Atención a la Víctima) del Ayuntamiento de Barcelona e impartiendo conferencias y cursos a profesionales de todo el Estado. Es miembra de la sección de psicología de las mujeres del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya. 

En su ponencia, Gemma compartió reflexiones y ejemplos producto de este recorrido profesional tanto en el ámbito público como en la consulta privada, poniendo de manifiesto la complejidad psicosocial de la grave problemática de la violencia de género. La ponente se centró en la violencia machista en el ámbito de la pareja y describió los procesos psicológicos del maltrato, la dificultad de las víctimas para liberarse de esta situación y los elementos clave en la fase de recuperación.

Las causas de la violencia de género tienen una raíz sociocultural: parten del desequilibrio histórico entre sexos, donde se establece la posición del hombre como dominante en un sentido genérico sobre la mujer. Por ello, para entender la problemática de la violencia de género es importante tener en cuenta la percepción del discurso social y su influencia en la subjetividad y en las relaciones interpersonales. Los cambios en cuanto a derechos conseguidos, tanto en el discurso social como en el plano legal, raramente avanzan en paralelo a las transformaciones subjetivas, que requieren un tiempo de adaptación. Esta diferencia no solo perpetúa la violencia objetiva sino que además la invisibiliza, creando abismos entre la igualdad establecida en el papel y la efectiva.

Nuestra ponente recomienda ver la película Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003) para comprender y analizar la paradoja del maltratador. Y es que la aparente hombría de los hombres que ejercen maltrato en el fondo oculta frustraciones y debilidades, así como su incapacidad para canalizarlas de un modo que no sea el abuso de poder sobre la pareja. Existe un patrón muy claro en el maltrato, conocido como “el circuito de la violencia”,  en el que las fases de acumulación de tensión culminan en una explosión violenta que posteriormente da paso a una fase de culpa, arrepentimiento y promesas. Si se produce una reconciliación, luego se da una fase de aparente calma, hasta que vuelve a empezar la rueda del maltrato.

Gemma Cánovas describe algunos de los indicadores tempranos más frecuentes de instalación del maltrato. Paradójicamente, el patriarcado nos educa a las mujeres a interpretar como muestras de afecto aquello que suele ser un modus operandi de los maltratadores: una etapa de cortejo inicial con despliegue de atenciones, incluso exageradas. Los maltratadores siempre ejercen control y dominio de forma progresiva. Con el tiempo, estas supuestas muestras de amor dan paso a un control exhaustivo de los movimientos, del tiempo y vestuario, y también del dinero de la mujer, dentro y fuera del hogar. Los maltratadores suelen tener unos celos obsesivos y desproporcionados que aíslan socialmente a la mujer de sus familiares y amigos, y sitúan al hombre como centro narcisista de la relación.

Otros indicadores frecuentes de maltrato son los episodios de inferiorización y humillación de la mujer en contextos privados y/o públicos, la utilización de engaños y mentiras, o la demanda de relaciones sexuales como derecho inherente del varón, sin considerar el deseo de la mujer y muchas veces en plena situación de conflicto, desvinculando la sexualidad de la afectividad. A menudo, la maternidad actúa como factor de intensificación del maltrato, al desviar la mujer parte de su atención del hombre hacia el hijo o hija. Esto suele provocar un desprecio y alejamiento de la mujer como pareja cuando pasa a ser madre, y un aumento de la conflictividad en la pareja.

Una cuestión difícil de responder es por qué una mujer cae y permanece en la red de un maltratador. Aquí Gemma Cánovas advierte que también es imprescindible considerar el contexto socio-histórico que reduce a las mujeres a seres para otros. En esta línea, el encuentro con un hombre daría sentido a la propia existencia y a la identidad como mujer o madre. En estas relaciones, las mujeres se instalan en la posición de cuidadoras, que se sientan a esperar la evolución de ellos olvidándose de sí mismas. Las progresivas fases de maltrato van minando la autoestima de las mujeres, aumentando el sentimiento de culpabilidad y la percepción de no cumplir con las expectativas del otro, de no ser suficiente para ese otro. Esto produce una dependencia emocional sin la cual hay una sensación de vacío existencial. Las mujeres maltratadas suelen disociar cognitivamente las conductas de los hombres, separando lo negativo, que se minimiza o normaliza, de lo positivo, que se idealiza. Finalmente, a las mujeres se nos infunde socialmente el miedo a “estar solas”.

Las secuelas psicológicas de la violencia de género sobre las mujeres que la padecen son graves y profundas: daño a la identidad, baja autoestima, acentuación de posibles síntomas o patologías anteriores, crisis de ansiedad, depresión, angustia, trastornos digestivos, trastornos ginecológicos, fatigas corporales cronificadas, disociación cognitiva, etc.

Todos estos elementos requieren de una actuación global en las víctimas, en lugar de simplemente “empujarlas” a denunciar (con el riesgo de que luego se retracten de la denuncia). Las mujeres que padecen maltrato necesitan acompañamiento integral en el duelo y en el proceso de autoafirmación que las restituya como mujeres válidas por sí mismas y dignas de respeto. Es vital comprender las dinámicas psicosociales del maltrato y tener en cuenta los factores económicos, familiares y sociales, entre otros, que a menudo impiden o bloquean el divorcio emocional de las mujeres de sus maltratadores.

Gemma Cánovas cerró la ponencia reivindicando una política de prevención que enseñe a detectar e identificar los patrones sexistas y de cosificación de la mujer, de manera que se reduzcan los factores de riesgo que derivan de la autopercepción y de la socialización. Además de incidir con un enfoque igualitario en los mensajes que transmiten los medios de comunicación y, por supuesto, en las leyes, es imprescindible que la prevención no quede en un plano únicamente pedagógico, sino que traspase a la dimensión de la reflexión personal para que se incorpore en la construcción de la subjetividad de los individuos que conforman la sociedad.

Escrito por Carolina Aravena

Podéis ver la sesión completa aquí: