Categorías
Actualidad

El caso de Maya Forstater: discriminación laboral y libertad de expresión

Maya Forstater es una investigadora y escritora que trabaja en el ámbito de los negocios y el desarrollo sostenible. Perdió su trabajo en el Centro para el Desarrollo Global después de tuitear y escribir sobre la diferencia entre sexo e género, y las implicaciones de la autodeterminación de género para los derechos de las mujeres. Maya denunció a sus empleadores por discriminación laboral, y su caso (en curso) está probando si distintas creencias sobre el sexo y la identidad de género están protegidas por la Ley de Igualdad británica de 2010. La escritora Joanne K Rowling mostró públicamente su apoyo a Maya en twitter, hecho que generó una oleada de ataques misóginos y acoso en redes contra la ella. Hemos resumido y traducido el discurso que pronunció Maya como parte del plenario de apertura en Women’s Liberation 2020 en el University College de Londres el 1 de febrero de 2020:

Solo soy una feminista, y una mujer que sabe lo que es una mujer y que no está dispuesta a callarse. Y como resultado de esto perdí mi trabajo. No hice bullying ni acosé a nadie. Solo quise hablar de la diferencia entre la idea de «identidad de género» y la realidad del sexo, y sobre lo que implica confudirlos para los derechos de las mujeres.

Los valores del Think Tank donde trabajaba, el Center for Global Development, dicen: «Estamos dispuestos a retar a las instituciones poderosas y el status quo para promover buenas prácticas basadas en la evidencia«. Esos también son mis valores. Me tomó un año de lectura conseguir el coraje de twittear sobre este tema. Un año leyendo y escuchando a muchas mujeres, discusiones en Twitter, documentos oficiales que simplemente no tenían sentido y no parecían escritos desde la seriedad y la reflexión. Después de un año de leer y formarme decidí twittear sobre ello. Y no fue tanto una cuestión de valentía, sino fruto del equilibrio entre el miedo y la cautela por un lado, y la rabia por otro, que cambió hasta el punto de que no podía no decir nada sobre el Gender Recognition Act.

Un par de meses después, recibí un email de recursos humanos que decía que mi organización «no requiere que su personal esconda sus opiniones públicamente, sin embargo sí pide que estas no contengan mensajes de exclusión. Hay algunos de tus tuits que son problemáticos, por ejemplo: ‘el sentimiento interior de un hombre de que es una mujer no se basa en la realidad material’.» Me pidieron que pusiera en mi bio de Twitter que mis opiniones eran sólo mías, y lo hice. Sin embargo, en los meses siguientes, las posibilidades de seguir con mi trabajo me fueron retiradas. Un colega me advirtió de que limitaría mi carrera si opinaba sobre este tema en público, y me preguntó si ésta realmente era una batalla que merecía la pena. Pues resulta que sí. 

Así que aquí estoy. Cuando perdí mi trabajo, las Abogadas Feministas vinieron al rescate. Fuimos al tribunal laboral a denunciar discriminación por creencias y sexismo indirecto. En el Reino Unido, bajo la Equality Act 2010, las creencias religiosas y filosóficas están protegidas de la discriminación. Tenemos un derecho fundamental a la libertad de creencia y a la libertad de expresión, pero este derecho no vale mucho si puedes perder tu trabajo por ejercerlo. Ejemplos de creencias filosóficas protegidas bajo la Equality Act son: el nacionalismo escocés, el veganismo y el espiritualismo. Esto no significa que la gente tenga que estar de acuerdo con estas creencias o respetarlas, solo que en el trabajo o como receptor de servicios nadie puede ser discriminado por tener una opinión determinada. 

Llevé 4 creencias mías al tribunal, para saber si están protegidas por la Equality Act:

  1. El sexo es una realidad material que no debe confundirse con el género o la identidad de género.
  2. Ser hembra o varón es un hecho biológico inmutable, no un sentimiento o una identidad.
  3. El sexo importa.
  4. Es importante poder hablar de sexo para poder emprender acciones contra la discriminación, la violencia y la opresión que aún afecta a las mujeres y las niñas por el hecho de nacer mujeres.

Este último punto se relaciona directamente con las demandas del movimiento de liberación de las mujeres, como la igualdad salarial, la contracepción y el derecho al aborto, guarderías, la abolición de la violencia machista, la abolición de la discriminación contra las lesbianas, etc. Todo esto está relacionado con la manera en que la sociedad trata a las personas con el tipo de cuerpos que ovulan, gestan y lactan, y la manera en que trata a las personas con el tipo de cuerpo que preña. Para hablar de estas cosas es muy útil tener palabras.

Nos están diciendo que no es amable y que es excluyente siquiera expresar la realidad material de que las mujeres son personas del sexo femenino, de que ser una mujer no es un sentimiento, que ser una mujer no es un disfraz, no es algo que puedas dejar de ser o en lo que te puedes convertir porque te identificas con ello. Nos niegan el lenguaje que nos permite hablar de las condiciones del sexo femenino, y eso significa que nos niegan el lenguaje que nos permite hablar de los derechos de las mujeres.

El juez dijo que mi creencia de que el sexo es inmutable es «absolutista y no merece respeto en una sociedad democrática.» Eso significa que no tengo protección contra la discriminación por expresar esta opinión en ninguna circunstancia.

Pensar que el sexo es inmutable no es incompatible con tratar a la gente con respeto, incluyendo a hombres y mujeres que no conforman estéticamente con los marcadaores de su sexo, o que pasan por procesos de modificación corporal, o que quieren expresarse a través de otra identidad. No creo que la gente tenga una identidad de género innata, pero podemos tratar a otra gente con consideración y sin discriminación sin necesidad de hacer ver que compartimos sus creencias.

Hace dos semanas presentamos un recurso a mi sentencia. Tiene muchos aspectos técnicos, pero sobre todo un punto fundamental: se trata de saber si es posible hablar de los derechos de las mujeres, incluyendo el derecho a la privacidad y a la dignidad, y el derecho a la libre asociación en espacios no mixtos, usando palabras cotidianas que todos podamos entender. Esto es lo que dijo el juez: «es posible aceptar que las mujeres trans son mujeres, pero que en algunas circunstancias se podría justificar la exclusión de algunas mujeres trans de espacios generalmente sólo accesibles a mujeres asignadas mujeres al nacer, por razón de trauma sufrido por mujeres que usan el espacio y han sido objeto de agresión sexual». Yo creo que injusto, inhumano, inaceptable y misógino a más no poder el ofrecerles a las mujeres privacidad y derecho de consentimiento sobre quién ve y toca sus cuerpos sólo si admiten antes abiertamente que YA han sido víctimas de abuso sexual.

¿Por qué no podemos usar lenguaje ordinario y confiar en saber interpretar lo que vemos? ¿Por qué no podemos llamar a la asistencia social o a un proveedor de servicios preguntando si un vestuario o un asilo hospitalario es sólo para mujeres, y que nos den una respuesta clara? ¿Por qué los hombres que quieren usar los espacios para las mujeres o competir con mujeres en los deportes para validar su identidad de género no pueden aceptar que no es apropiado? 

Yo lucho por esto porque puedo. Porque tengo vuestro apoyo. Pero también porque otras no pueden. Si yo no puedo hablar de esto con palabras ordinarias, entonces, ¿cómo podrán las niñas? ¿Y las personas con dificultades de aprendizaje? ¿Mujeres en prisiones, mujeres en refugios, mujeres para quienes el inglés no es su primera lengua, mujeres mayores…? Necesitamos palabras. 

Una sociedad libre se basa en proteger las creencias que no compartimos y debatir las ideas abiertamente. Una razón por la que se ha vuelto tan difícil y peligroso decir lo obvio es porque las organizaciones como la mía han abandonado sus valores de evidencia empírica e integridad cuando se enfrentan a acusaciones de «ofensa», y se retiran al silencio o usan eslóganes simplistas. Esto va de la capacidad fundamental de decir la verdad y poder seguir haciendo tu trabajo. De la integridad de las organizaciones.

Algo importante está pasando en Reino Unido. Somos suficientes, estamos organizadas, y estamos enfadas, y estamos plantando cara, de una manera en la que mujeres en otras partes del mundo aún no pueden hacer de manera efectiva. Hay señales positivas de cambio. Nos acogen en la UCL, no solo nos toleran. Publicitamos el acto hace semanas, y no horas, esto es nuevo. Incluso hay organizaciones feministas mainstream que no se están acobardando y están encarando este debate. 

La respuesta masiva al proceso de consultas del gobierno les ha hecho darse cuenta que la autoidentificación de género no es algo tan bueno como se supone. Podemos hablar y podemos ser escuchadas. Si somos muchas, estaremos protegidas: no nos pueden despedir a todas.

Ahora hay un proceso de consultas en Escocia. Es importante que opinemos. Lo que pase en Escocia afectará a lo que pase en Reino Unido, y lo que pase en Reino Unido afectará lo que pase en el resto del mundo. Nosotras, hoy, aquí, luchando por los derechos de las mujeres, nosotras podemos marcar la diferencia.

Podéis ver su discurso íntegro en inglés aquí: