El martes 29 de septiembre de 2020 Pablo Expósito, psicólogo, máster en psicología y filosofía de la ciencia, nos habló de la destransición de género, pasando por los conceptos de identidad de género y disforia de género a partir de los resultados de su trabajo de investigación.
La realidad «trans»
Mi primer encuentro con la realidad trans se produjo en 2016, de la mano de uno de mis amigos más cercanos por aquella época. Hasta entonces, yo nunca había interactuado con ninguna persona trans, ni tampoco me había planteado demasiadas cuestiones al respecto. El anuncio de mi amigo despertó en mí un poderoso deseo por conocer más acerca de las experiencias de las personas trans. Durante los tres siguientes años de mi vida me dediqué a leer y estudiar sobre el tema, hasta que un día de 2019, por casualidad, descubrí la cuenta de Twitter de una chica que había “destransicionado,” es decir, que había detenido y revertido su proceso de transición de género. Su testimonio me causó un enorme impacto. ¿Era posible revertir una transición de género? ¿Cómo? Y más importante aún, ¿por qué? ¿Qué motivos podía tener una persona para destransicionar? ¿Qué tipo de actuación profesional se podía poner en marcha frente a un caso así? Comencé a buscar y me di cuenta de que apenas se había publicado nada acerca de este fenómeno, lo cual me motivó a poner en marcha una investigación que pudiese dar respuesta a estas preguntas.
Para entender qué es la destransición de género, primero es necesario conocer algunas nociones básicas sobre identidad de género y disforia de género
El concepto de identidad de género fue acuñado en los años sesenta para denotar la conciencia que tienen las personas de pertenecer a uno u otro sexo, es decir, de ser hombres o mujeres. Cuando la identidad de género de una persona se encuentra en conflicto con su sexo biológico, puede generarse un malestar conocido en el ámbito psicológico como disforia de género (DG). En la gran mayoría de los casos, la DG aparece temprano en la infancia, en torno a los 3 o 4 años, y en un 80% de ellos el malestar remite al llegar la pubertad. En el 20% de los casos restante, la DG persiste hasta la vida adulta. La DG de inicio tardío (durante la adolescencia o la vida adulta), en cambio, es un fenómeno mucho menos común y estudiado.
Aunque la DG suele afectar a un porcentaje muy pequeño de la población, el número de personas atendidas por los servicios de identidad de género ha aumentado de manera muy significativa en los últimos años. Muchos de estos casos afectan a chicas adolescentes que refieren no haber sufrido DG durante la infancia y que, además, suelen presentar otras dificultades psicológicas asociadas. Esta presentación clínica es nueva para los profesionales de salud y aún no ha recibido una explicación convincente.
El modelo más ampliamente utilizado a nivel internacional en el tratamiento de la DG es el modelo holandés. Los profesionales adscritos a este modelo recomiendan no intervenir hasta la pubertad, con el fin de comprobar si la DG remite o persiste. En caso de persistir, se apoya el inicio de un proceso de transición de género, durante el cual se llevan a cabo evaluaciones psicológicas exhaustivas. En los últimos años, sin embargo, se ha implementado un nuevo modelo de atención, conocido como modelo afirmativo, que considera que el papel de los profesionales consiste en “afirmar” la identidad expresada por cada persona y facilitar el tránsito al género preferido.
Muchas de las personas que inician procesos de transición de género experimentan una mejora importante en su calidad de vida y su bienestar global. Sin embargo, otras deciden detener y/o revertir sus procesos de transición para volver a vivir conforme a su sexo de nacimiento. Este fenómeno se conoce como destransición de género. Los motivos de una persona para destransicionar son múltiples y diversos, por lo que es muy importante no unificar las experiencias de estas personas bajo un mismo prisma de interpretación.
Algunas personas destransicionan en respuesta a una preocupación creciente por la aparición de efectos secundarios indeseados derivados de los tratamientos hormonales y/o quirúrgicos realizados, o porque los resultados físicos obtenidos no satisfacen sus expectativas. Otras personas destransicionan al llegar a la conclusión de que la transición de género no alivia sus sentimientos de disforia, al darse cuenta de que el proceso de transición no les ayuda a lidiar con otros problemas emocionales presentes en sus vidas, o al encontrar vías alternativas a la transición para hacer frente a sus sentimientos de disforia. En otros casos, la destransición se debe a un cambio identitario, lo cual lleva a la persona a replantearse si la transición de género es el camino adecuado para ella.
Para otro grupo de personas, la destransición de género tiene más que ver con la falta de apoyo social, familiar y laboral, con la falta de recursos financieros y con el sufrimiento de situaciones de discriminación en su vida cotidiana. Se trata de destransiciones forzosas provocadas por fuerzas externas e incontrolables, y que pueden ser sucedidas por un nuevo intento de transición. La ocurrencia de cambios ideológicos, políticos y religiosos también pueden conducir a algunas personas a cuestionarse sus procesos de transición. Algunas mujeres, por ejemplo, destransicionan tras reconciliarse con su propia sexualidad, mientras que otras señalan hacia la misoginia interiorizada, originada en situaciones de abuso y sexualización, como un factor relevante en la aparición de su DG. En otros casos, la destransición supone un acto de rechazo al género como sistema de organización social.
Uno de los problemas principales al que nos enfrentamos quienes deseamos investigar la destransición de género es la atmósfera hostil que se ha creado en torno al fenómeno
Las experiencias de destransición son percibidas como una amenaza para el colectivo trans, pues se piensa que podrían desestabilizar los grandes avances conseguidos en materia de reconocimiento, derechos y atención sanitaria. Algunos grupos conservadores, por ejemplo, han instrumentalizado social y mediáticamente dichas experiencias con este objetivo. Asimismo, el estudio de la destransición de género pone en cuestión el innatismo de la identidad de género y plantea un importante desafío para el modelo afirmativo. Sea como fuere, toda esta polémica repercute especialmente sobre las personas destrans. Por un lado, muchas de ellas pierden los apoyos sociales que tenían, lo cual puede conducir a la soledad y el aislamiento social. El miedo a decepcionar y el hecho de tener que lidiar con algunos cambios físicos irreversibles puede resultar extremadamente difícil. Por otro lado, la falta de reconocimiento formal de este colectivo ha impedido la creación de protocolos de atención y de servicios específicos que permitan dar respuesta a sus demandas.
Por tanto, el estudio de la destransición de género debe estar fundamentalmente dirigido a mejorar los servicios de salud para las personas con DG. En este sentido, los profesionales de la salud tienen la responsabilidad de asegurarse de que las decisiones tomadas sean, efectivamente, las mejores posibles, lo cual conlleva adoptar una mirada crítica y una actitud de curiosidad que permita situar la DG en su contexto social, cultural y de desarrollo. Pese a que muchos de los cambios médicos realizados son irreversibles, siempre es posible trabajar para que las personas destrans se consigan reconciliarse con su cuerpo y comenzar de cero.
Escrito por Pablo Expósito.
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