El jueves 15 de octubre de 2020 la periodista y escritora Carmen Domingo presentó su último libro, Derecho a decidir. El mercado y el cuerpo de la mujer, publicado por AKAL, en la colección A Fondo, y prologado por la escritora Almudena Grandes, en el marco de nuestro ciclo de conferencias y debates #webinarfeminista de otoño.
En el prólogo del libro, Almudena Grandes, que lo califica de importante y necesario, empieza diciendo: “La libertad no puede ser una trampa. Nunca debería invocarse la libertad de nadie para atraparlo en una situación en la que queda inerme, sin armas para defenderse. Sin embargo, esa es exactamente la técnica que una nueva misoginia, nacida al calor de las doctrinas ultraliberales que campean en la jungla del mercantilismo salvaje, aplica al cuerpo de las mujeres”.
La pregunta que se plantea la autora y que atraviesa las tres secciones que componen el libro, es la siguiente: ¿Tenemos las mujeres libertad para decidir qué hacer con nuestro cuerpo? El ensayo periodístico del libro desarrolla su respuesta a través de centrarse en la llamada gestación subrogada, la abolición o regulación de la prostitución, y los aspectos relacionados con las maneras de cubrir o exhibir nuestra piel, desde el velo islámico hasta las industrias de la pornografía. Ante las transformaciones sociales que estamos viviendo, la libertad de elección es una trampa, porque manejamos un concepto de libertad capitalista.
La presentación se estructuró en tres partes, siguiendo las partes del libro, pero la autora dedicó más de la mitad de la charla al tema sobre el que menos se ha hablado hasta tiempos recientes y para ello empezó por reflexionar acerca de las maneras de hablar de las cosas, ya que no es lo mismo hablar de «gestación subrogada» que de «vientre de alquiler» o de “madre de alquiler”. Las palabras condicionan la recepción de aquello que se quiere transmitir.
Si durante el franquismo se consideraba que las mujeres pobres y de izquierdas no tenían derecho a quedarse con sus propios hijos, ahora los compradores de niños subrogados son otra forma de aquello que conocemos tan bien en este país.
La autora nos recuerda que hay distintas formas de madre de alquiler. Al principio de comercializar el cuerpo de la mujer mediante la explotación reproductiva, la gestante era la que aportaba el óvulo. Esto en algunos casos generó conflictos legales si la madre quería finalmente quedarse al bebé. Pero ahora, con la madre de alquiler pleno, el óvulo NO es de la gestante. Todo se trata como un producto: «Si compras un coche, quieres que tenga cuatro ruedas. Cuando alguien compra un bebé quiere que sea perfecto. Ha habido casos de bebés devueltos por nacer con problemas. Y tampoco la mujer que lo ha parido puede quedarse con él, porque tuvo que firmar la renuncia». Así, los partidarios de los vientres de alquiler justifican esa lógica neoliberal de devolución de los bebés que iban a comprar si no les gustan.
La legislación española estipula que la filiación de una criatura se verifica por el parto. Si lo ha parido una mujer en Ucrania, ese niño es hijo de ella según nuestra legislación, no de quien lo compre, que tendrá que adoptarlo. La trampa que hacen los compradores de bebés a pesar de la ley es, entonces, que un hombre diga que ha tenido un hijo con una mujer ucraniana que lo ha abandonado, y que como “padre” quiere llevarse a “su hijo” a España. Al cabo de un tiempo, el hombre puede hacerlo y ese bebé pasa a ser hijo de la persona con quién este hombre esté casado.
La periodista expone también el terrible caso de la India, donde las mujeres gestantes son aisladas de su entorno familiar y local y llevadas a centros donde se las controla durante el embarazo. Después, los compradores presumen en redes de los bebés que han comprado. Menciona también un caso en Tailandia, donde se encontraron 14 gestantes de bebés para un mismo hombre japonés. Carmen Domingo se pregunta: «¿Para qué? ¿Para traficar con órganos de bebé? ¿Tiene ese hombre una enfermedad mental? Eso hizo que Tailandia cambiara la legislación».
En el bloque dedicado a la prostitución, otra forma de mercantilización del cuerpo de las mujeres, la autora recuerda que España tiene en Cataluña uno de los mayores centros de explotación sexual: «Se sospecha que un hombre de cada tres ha consumido prostitución. España es el tercer país en consumo de prostitución, por detrás de Tailandia y Puerto Rico. Nadie quiere prohibirlo porque es un gran negocio». Revisa entonces cómo funciona la trata y cómo operan las redes de trata a nivel mundial. Además, si existe el «trabajo sexual» y es como cualquier otro trabajo, se podría pedir a secretarias, profesoras o enfermeras que parte de sus tareas fuesen satisfacer sexualmente a hombres, ya que podrían incluirse entre las tareas descritas abiertamente en esos trabajos, lo que resulta inaceptable. En el turno de preguntas se recuerda la importancia del lenguaje también en el caso de la prostitución, ya que los que quieren legalizar la explotación sexual dicen ser ‘pro-derechos’ para defenderla.
Ante las posturas de los distintos partidos políticos en el gobierno, Carmen Domingo señala que, aunque el PSOE solo haya hecho declaraciones sin actuar para erradicarla, al menos no consideran la explotación sexual de las mujeres como un trabajo, como sí hace Unidas Podemos, su socio de gobierno.
En el tercer y último bloque se abordan las formas de vestir de las mujeres en relación con la religión. En este ámbito, la autora recuerda que el derecho a decidir cómo vestirse debe ser garantizado por un Estado aconfesional, pero esta garantía no se aplica en muchos casos porque vestir de una determinada manera es obligatorio para las mujeres. Y ahí no hay ningún derecho a decidir, señala. En este punto, recuerda como a menudo la supuesta izquierda habla de tolerancia y multiculturalidad, cuando se trata en realidad de obligatoriedad impuesta a las mujeres, una multiculturalidad que acaba consistiendo en reconocer más derechos a los hombres que a las mujeres de los mismos grupos. Así, la libertad de un sector de la sociedad, de un grupo de mujeres, queda coartada y ellas quedan desamparadas por la legislación vigente en el mismo Estado.
Como dice Carmen Domingo en la conclusión de su ensayo, la feminización de la pobreza impide a las mujeres decidir en libertad. Esta es la clave que la izquierda debe retomar si no quiere abandonar definitivamente su razón de ser, aquello que hace más de 150 años ya se reivindicaba y que parece haberla seducido bajo nuevos disfraces. Para terminar, la periodista nos lee un fragmento de su libro: “No podemos desfallecer. El siglo XXI será feminista o no será”.
Escrito por Sílvia Carrasco.
Podéis ver la sesión completa aquí: