El 13 de septiembre de 2022 empezamos el curso en Feministes de Catalunya con un webinar que quería acercarnos a una realidad que afecta a muchas chicas y mujeres: los matrimonios forzados. Lo hicimos de la mano de Núria Garcia, de Valentes i Acompanyades, una asociación que desde 2014 trabaja en Cataluña, más concretamente en las comarcas de Girona, para combatir los matrimonios forzados.
Un matrimonio forzado es aquella unión en la que al menos una de las dos personas (casi siempre la mujer) no ha otorgado su consentimiento libremente sino de forma forzada. El matrimonio forzado y el matrimonio pactado o concertado no son lo mismo. Aunque obviamente todos los matrimonios forzados han sido pactados al margen de quien se casa, en algunos contextos culturales la tradición es que sea la familia la que elija el cónyuge, y a menudo es un medio para hacer frente a situaciones económicas, para mejorarlas, o bien obtener beneficios administrativos como la regularización en casos de inmigración. Pero la línea que los separa es muy fina, finísima, como lo es la definición de “consentimiento”, que puede ser fruto de presiones, de engaños, de chantajes, de violencia física o emocional, o simplemente de la imposibilidad de oponerse.
Hay matrimonios forzados en todas partes, es una tradición patriarcal que viaja con la gente y que se da también en nuestro país, como en otros países occidentales, pero no tenemos datos de su incidencia real porque es un fenómeno muy escondido, que queda oculto en la familia y la comunidad. En Reino Unido, la Forced Marriage Unit interviene en una media de 1.200 casos anuales. En cuanto a los matrimonios infantiles, que son siempre forzados, la Organización Mundial de la Salud calcula que se producen 39.000 cada día en el mundo. El matrimonio forzado no puede vincularse a ninguna cultura, etnia ni religión, en todas se ha practicado o se practica, pero también en todas partes hay familias que no lo practican. También puede aumentar o disminuir según las situaciones más o menos precarias que vive una comunidad.
El matrimonio forzado es una de las vulneraciones más graves de los derechos humanos de las mujeres y es la puerta de entrada para otras formas de violencia (psicológica, sexual, económica). No solo perjudica gravemente la libertad, el bienestar y la salud de las mujeres que son víctimas de él, sino también el progreso colectivo de toda la sociedad, especialmente de la comunidad que lo practica.
La necesidad de acabar con los matrimonios forzados está recogida en convenios internacionales (entre ellos, la Agenda 2030, objetivo 5.3). El Código Penal español los tipifica como delito. En Cataluña, desde marzo de 2020, existe un Protocolo para la prevención y el abordaje del matrimonio forzado. Pero si siempre es difícil denunciar la violencia machista, aún más en estos casos en que las chicas deberían denunciar a sus padres –que seguramente las quieren, que quizá creen que las están protegiendo de influencias nocivas y que pueden estar también presionados–. Decir que no a un matrimonio forzado (o querer separarse de un marido impuesto) significa romper los vínculos con la propia familia y la comunidad, y si esto es muy duro para cualquiera, aún lo es más para chicas tan jóvenes, dependientes de la familia económica y emocionalmente. Por eso es imprescindible la tarea de prevención y detección.
Núria explica, según la experiencia de Valentes i acompanyades, el proceso y el contexto de los matrimonios forzados. El matrimonio lo acuerda el padre o la línea masculina de la familia. Las chicas, que a menudo son adolescentes, no tienen ninguna posibilidad de decidir. Desde que se formaliza el compromiso hasta que se celebra el matrimonio pueden pasar años y durante esta fase todo el peso de la reputación familiar recae sobre estas chicas, que están sometidas a un control muy estricto para garantizar su virginidad y que tengan un comportamiento “adecuado”. Este control puede llegar a la violencia si las chicas se rebelan. Por último tiene lugar la ceremonia de matrimonio y la consumación. Obviamente, si el matrimonio es forzado también lo son las relaciones sexuales.
En Valentes i Acompanyades constatan también que a menudo se justifican los matrimonios forzados por motivos identitarios, es decir, para preservar unas maneras de hacer culturales que pasan por “proteger a sus chicas” de la influencia occidental, reproduciendo una jerarquía de los hombres sobre las mujeres y del grupo sobre los individuos. También se encuentran con motivos económicos (casar a una hija es liberarse de una carga), compromisos con la familia y las tradiciones patriarcales, uso de la chica para facilitar los trámites migratorios de un familiar y presiones de la propia comunidad. Que en la familia existan antecedentes de matrimonios forzados es un factor de riesgo. Por lo contrario, que la chica tenga el apoyo de algún miembro de la familia es un factor de protección, también lo es su voluntad de seguir estudiando y que los padres estén de acuerdo: los estudios son garantía de poder ser autónoma y si los padres aceptan que la niña siga estudiando se puede aplazar el matrimonio y esto da más margen para intentar detenerlo.
Además de la prevención y sensibilización contra los matrimonios forzados, Valentes i Acompanyades interviene para ayudar a las chicas que quieren huir de un matrimonio forzado. Actúa con perspectiva comunitaria, en red con entidades, agentes sociales y referentes (mujeres que han pasado por la misma experiencia y ahora colaboran con la asociación). Algunas chicas llegan a Valentes i Acompanyades derivadas desde centros educativos, centros sanitarios, servicios sociales o entidades. Otras llegan por propia iniciativa, a través de otras jóvenes o de las referentes. Si las chicas son menores de edad se intenta neutralizar el riesgo posponiendo el matrimonio, pero si el riesgo es inminente o existen situaciones de violencia entran en el circuito institucional de protección de menores. Si las chicas son mayores de edad, la asociación las acompaña para construir su propio proyecto de vida basado en lo que ellas eligen y deciden libremente. Núria explica que ver cómo las chicas renacen de sus cenizas y toman el control de sus vidas es la mejor parte de su trabajo.
Las mujeres no somos propiedad de nuestra comunidad, somos seres humanos sujetos de derecho. El derecho a una vida digna y a una sexualidad libre de las mujeres no puede quedar supeditado a prácticas patriarcales con el pretexto de que son una manifestación de la diversidad cultural tradicional. Los matrimonios forzados son una grave violación de los derechos humanos de las mujeres. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 participaron mujeres líderes de todas las sociedades y culturas que luchaban por garantizarlos. Es imprescindible destinar recursos especializados, actuar de forma coordinada entre todos los agentes implicados y concienciar y formar a los profesionales que puedan estar en contacto con chicas en riesgo de sufrir un matrimonio forzado para acabar con esta forma de violencia machista.
Escrito por Arga Sentís.
Podéis ver el webinar a continuación: